Europa
Rusia dice que ‘más de la mitad’ de los soldados de Ucrania se han rendido, mientras se da primer juicio por crímenes de guerra

KIEV, Ucrania — Mientras se lleva a cabo el primer juicio contra un soldado ruso por disparar contra un civil, Rusia dice que 771 militares ucranianos que permanecían en la acería de Azovstal en Mariúpol, todos del Batallón de Azov, abandonaron en la última jornada la planta metalúrgica.
Con este último dato, serían 1.730 militares que se han retirado ya de la planta, según las cifras del Ministerio de Defensa ruso. El Kremlin asegura que ya se han rendido más de la mitad de los soldados ucranianos desplegados en el complejo industrial.
“Durante las últimas 24 horas, 771 militantes de la unidad nacionalista Azov se rindieron en la planta metalúrgica de Azovstal bloqueada en Mariúpol”, en el sur de Ucrania, señaló el portavoz castrense, general mayor Ígor Konashénkov, en su parte bélico matutino de este jueves. Ucrania no ha dado datos del número de combatientes evacuados.
El Kremlin dice además que los heridos reciben asistencia médica, mientras que el resto han sido enviados a un antiguo campo penitenciario en la ciudad de Olenivka, ubicada en una zona controlada por Rusia de la región de Donetsk.
El primer juicio a soldados rusos por crímenes de guerra
El soldado ruso sometido al primer juicio por crímenes de guerra en Ucrania aseveró que fue por órdenes de un superior que mató a tiros a un civil. El soldado de 21 años de edad le dijo al tribunal en Kiev el jueves que el oficial le insistía en que el hombre, quien hablaba por teléfono celular, podría estar divulgando a otros su ubicación.
Añadió que no tenía otra opción que obedecer las órdenes de sus superiores. Le pidió disculpas a la viuda del hombre asesinado, quien estaba en la sala del tribunal. La viuda, Kateryna Shelipova, por su parte, testificó que vio a su marido Oleksandr Shelipov morir justo enfrente de la casa.
Shelipova dijo al tribunal que Shishimarin merece ser condenado a cadena perpetua, pero añadió que no le importaba si fuese intercambiado como parte de un canje de prisioneros a cambio de los soldados ucranianos que defendían la planta siderúrgica de Azovstal en Mariúpol.
Vadim Shishimarin podría ser condenado a perpetua en caso de ser hallado culpable de dispararle a la cabeza a un hombre de 62 años a través de la ventana de su automóvil en Sumy, una aldea en el noreste de Ucrania el 28 de febrero.
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Con información de Agencias EFE/AP
Europa
Corte Penal Internacional emite orden de arresto contra el presidente Putin por crímenes de guerra

Por primera vez en la historia de la CPI, se dicta una orden de arresto contra el presidente de un país miembro del Consejo de Seguridad de la ONU
La Corte Penal Internacional (CPI) emitió este viernes una orden de arresto contra el presidente ruso, Vladimir Putin, como “presunto responsable” de la deportación ilegal de niños y su traslado de zonas ocupadas en Ucrania hacia Rusia, lo que supone un crimen de guerra.
También emitió otra orden de arresto contra la política rusa María Lvova-Belova, comisionada presidencial para los Derechos del Niño en Rusia, con la misma acusación.
El fiscal general ucraniano agradeció hoy a la Corte Penal Internacional (CPI) la orden de arresto dictada por este tribunal con sede en La Haya contra el presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin, bajo acusaciones de haber deportado ilegalmente a Rusia a niños ucranianos.
“Agradezco personalmente al fiscal de la CPI Karim Khan esta histórica decisión”, escribió en su cuenta de Twitter el jefe de la Fiscalía ucraniana, Andriy Kostin, que recordó que la justicia ucraniana está investigando la deportación forzosa a Rusia de más de 16.000 niños ucranianos de territorios ocupados por Moscú.
“Tememos que los números reales sean mucho más altos”, agregó el fiscal general ucraniano, que explicó también que las autoridades de Kiev han compartido con La Haya más de 40 volúmenes y un millar de páginas de pruebas que documentan estos casos.
Kostin recordó que la orden dictada por La Haya obliga a los países que forman parte del tribunal a detener y entregar al presidente ruso a la CPI. “Los líderes del mundo deben pensárselo dos veces antes de darle la mano o sentarse con Putin”, remacha el fiscal ucraniano.
Ucrania había iniciado varios procesos contra Rusia en La Haya por los más de 70.000 crímenes de guerra rusos que dice haber documentado en el territorio.
Es la primera vez en la historia que la CPI dicta una orden de arresto contra el presidente de un país miembro del Consejo de Seguridad de la ONU.
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Con información de EFE
Europa
Rusia ha cometido crímenes de guerra y posibles crímenes contra la humanidad en Ucrania, concluye comisión de la ONU

La comisión independiente de expertos enviada por la ONU a Ucrania ha concluido que las autoridades rusas han cometido una “gran variedad” de violaciones del derecho internacional en diversas regiones del país, “muchas de las cuales equivalen a crímenes de guerra”.
En su informe final, presentado este jueves, detallan profusamente, entre los crímenes cometidos por Rusia, ataques contra civiles, homicidios intencionados, confinamiento ilícito, tortura, trato inhumano, violación y otros actos de violencia sexual, así como traslados forzosos y deportaciones de niños. Sostienen también que las olas de ataques contra infraestructuras energéticas desde el otoño y el uso de la tortura por parte de las autoridades rusas pueden constituir crímenes contra la humanidad.
Durante su investigación, el grupo de expertos visitó 56 localidades y entrevistó a casi 600 personas –348 mujeres y 247 hombres–. Sus investigadores inspeccionaron lugares destruidos, fosas, lugares de detención y tortura, así como restos de armas, y consultaron un gran número de documentos e informes.
Si bien la mayoría de los abusos han sido ampliamente documentados desde el estallido de la guerra hace más de un año, ahora quedan plasmados en una investigación respaldada por la comunidad internacional. La llamada Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre Ucrania está formada por tres expertos –Erik Møse, presidente de la misma, Jasminka Džumhur y Pablo de Greiff–, y fue creada por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas para investigar las violaciones y abusos de derechos cometidos en el contexto de la invasión rusa. Tras presentar sus hallazgos preliminares el pasado otoño, ahora publican sus conclusiones y recomendaciones finales ante el Consejo. Según han explicado los miembros de la comisión en una rueda de prensa este jueves, las autoridades rusas no han colaborado en la investigación.
Preguntado al respecto por los periodistas, Møse ha respondido que la comisión no ha “constatado que se haya producido un genocidio en Ucrania”. “Algunos aspectos pueden plantear interrogantes”, ha agregado.
En el texto, el grupo señala que han documentado un “pequeño número” de violaciones cometidas por las fuerzas armadas ucranianas, “incluidos probables ataques indiscriminados y dos incidentes calificados de crímenes de guerra”, en los que se disparó, hirió y torturó a prisioneros de guerra rusos.
Los supervivientes reiteraron a la comisión de la ONU la importancia de identificar a los responsables y hacerles rendir cuentas. En este sentido, los expertos recomiendan que se investiguen todas las violaciones y crímenes y que los responsables rindan cuentas, ya sea a escala nacional o internacional. En este sentido, reclaman un enfoque integral que incluya tanto la responsabilidad penal como el derecho de las víctimas a la verdad, la reparación y la no repetición.
Los crímenes constatados
La comisión indica que sus pruebas demuestran que, en las zonas que quedaron bajo su control, las autoridades rusas han cometido homicidios intencionados de civiles o de personas que no participaban en los combates, que constituyen crímenes de guerra y violaciones del derecho a la vida.
Los expertos dicen estar “impresionados por la magnitud de la destrucción” que vieron durante sus visitas. Las fuerzas armadas rusas han llevado a cabo ataques con armas explosivas en zonas pobladas “con una aparente indiferencia por los daños y el sufrimiento de la población civil, sin tomar las precauciones necesarias”. Estos ataques, en línea con lo que también han documentado diferentes organizaciones internacionales, fueron indiscriminados y desproporcionados y el uso de este tipo de armamento ha sido una de las principales causas de víctimas civiles, según explican.
En el informe también hacen mención a las olas de ataques que las fuerzas armadas rusas comenzaron a lanzar contra las infraestructuras relacionadas con la energía ucranianas a partir del pasado 10 de octubre, a raíz de los cuales regiones enteras y millones de personas se quedaron durante temporadas sin electricidad ni calefacción, especialmente con temperaturas bajo cero. En el documento la comisión deja por escrito que tales ataques pueden constituir crímenes contra la humanidad y recomiendan que esto se investigue más a fondo.
Los expertos también constataron un patrón de confinamiento ilegal generalizado en zonas controladas por las fuerzas armadas rusas, dirigido contra “amplias categorías de hombres, mujeres y niños”. Según detallan, el confinamiento y la detención en instalaciones de Ucrania y Rusia iban acompañados de métodos “sistemáticos” de tortura “contra determinadas categorías de personas por parte de las autoridades rusas”. La comisión –que pone el ejemplo de una persona que fue detenida y sometida a palizas como “castigo por hablar ucraniano” y por “no recordar la letra del himno de la Federación Rusa”–, este patrón de tortura “puede constituir crímenes de lesa humanidad y debe investigarse más a fondo”.
La comisión halló numerosos casos de violación y violencia sexual y de género cometidos por las autoridades rusas cuando hacían visitas casa por casa en localidades que estaban bajo su control y durante confinamientos ilícitos. La violencia sexual ha sido un aspecto importante de la tortura ejercida por las autoridades rusas, según el grupo.
Los expertos también se muestran preocupados tras investigar los traslados de niños de Ucrania a Rusia, y en este sentido constatan también que se han cometido violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Explican que las situaciones relativas al traslado y deportación de niños que han examinado también equivalen a crímenes de guerra. De acuerdo con los testigos que hablaron con el grupo, muchos de los niños más pequeños trasladados no pudieron establecer contacto con sus familias y podrían perder el contacto con ellas indefinidamente.
Fuente: eldiario.es
Europa
Una red de 20 centros de tortura en la región de Jersón fue planeada y financiada por Rusia

Descargas eléctricas, intentos de asfixias, el himno de Rusia y gritos de “viva Putin” para obtener información de las posiciones de Ucrania: investigadores de crímenes de guerra
Por Gabriela Sánchez / Olmo Calvo
La artillería lanzada desde el otro lado del río Dniéper resuena en los alrededores de una pequeña tienda de ultramarinos de Jersón, mientras Tatiana Dmitrona sale del comercio a paso lento, abrazada a una barra de pan. Con una bolsa en su otra mano, pasa por delante de un portón metalizado coronado con alambre de cuchillas, y continúa el camino hacia su vivienda. El rugido de las explosiones ya no le asusta, pero los gritos desgarradores, escuchados cada día desde el salón de su casa durante los meses de ocupación rusa en la ciudad, no llegan a dejar de sonar en su cabeza.
Los constantes chillidos procedían del otro lado del portón gris, del otro lado del muro situado frente a la casa de Tatiana, desde donde la mujer de 75 años escuchaba los aullidos de dolor de hombres y mujeres encerrados en uno de los centros donde oficiales rusos detuvieron y torturaron a civiles ucranianos, según la Fiscalía regional de Jersón. Un grupo de investigadores de crímenes de guerra concluyó a principios de marzo que una red de al menos 20 centros de tortura en la región de Jersón, al sur de Ucrania, fue “planeada y financiada directamente por el Estado ruso”.

Tatiana camina hacia su casa, situada frente a uno de los centros de detención rusos. Foto: Olmo Calvo
Detrás de las paredes de uno de esos centros, gritó Viacheslav Lukashchuk. Su sonrisa remolona, la que dice ser su seña de identidad, no logra ocultar el dolor de los siete días que pasó detenido por las autoridades rusas durante la ocupación de Jersón. Junto a una cancha de baloncesto donde acaba de jugar una pachanga, Lukashchuk muestra un vídeo. En la pantalla aparece la bandera rusa. Los colores blanco, azul y rojo preceden a la imagen de un grafiti plasmado en un muro de Jersón durante los días de ocupación: “Gloria a las tropas ucranianas”.
Un hombre, de espaldas, agarra un rodillo y lo sumerge en un cubo de pintura verde. Empieza a borrar la inscripción, mientras una voz en off habla de “vándalo”, de “pintada extremista” y de “arrepentimiento”. En la parte inferior de la pantalla, un rótulo advierte de que se trata de la televisión difundida por la autoproclamada autoridad rusa en Jersón durante los meses de ocupación. El joven, con aspecto demacrado, dice ante la cámara: “Me siento culpable por esto y en el futuro esto no volverá a pasar”.
Viacheslav guarda su teléfono de nuevo y tuerce su sonrisa. “Éste soy yo”, dice el joven ucraniano de 27 años, casi seis meses después de la grabación forzada del vídeo por parte de los funcionarios rusos. Tras siete días de cautiverio, en los que asegura haber sido víctima de tortura y prácticas abusivas, sus carcelarios le permitieron volver a casa con la condición de tachar, delante de la cámara, una de sus habituales pintadas de apoyo a Ucrania. El vídeo fue difundido como parte del aparato de propaganda rusa en la región.
Pero Viacheslav insiste en empezar por el principio. Cuenta su detención despacio, en un relato plagado de detalles. El 12 de septiembre de 2022, su hermana le avisó de que “los rusos” se acercaban a su casa. Durante las semanas anteriores, había realizado distintas pintadas por la ciudad en apoyo a las fuerzas armadas ucranianas, una estrategia impulsada por civiles de Jersón para evidenciar su resistencia a la ocupación, que finalizó en noviembre del año pasado cuando Kiev recuperó la ciudad.
Sabía que podría tener consecuencias. Eran diez militares, recuerda. “Preguntaron directamente por mí”, dice el joven. Requisaron la documentación de todas las personas que estaban en su casa en ese momento: él, su madre, su novia, su hermana y un amigo. “Registraron nuestros teléfonos. En una conversación con mi novia, vieron que habíamos comentado algo de la muerte de un colaborador –un ciudadano de Jersón que colaboraba con la ocupación rusa–”. Empezaron los golpes: “Un militar ruso me dio con el codo en la cabeza. Me dio otro golpe, caí al suelo. Me levanté, me dio otra vez. Y otra vez. Me empezó a golpear en las piernas, me pusieron de rodillas, me pegaban por todas las partes”. Su familia contemplaba la escena en el salón de su casa, sin poder hacer nada.
Posible tortura en el salón de su casa
Un militar ruso salió de la habitación de Viacheslav con una camisa, de estampado militar, en la mano. “¿De quién es esto?”, preguntó, recuerda el joven. “Era mía, de cuando hice el servicio militar obligatorio antes de la guerra. Y se lo dije”, relata. Le golpearon aún más. “Me acusaban de muchas cosas y no era capaz ni de entender por qué. Me culparon de ser colaborador del Ejército y de enviar coordenadas de las posiciones rusas”, cuenta.
“Estaban sacando los cuchillos. Me amenazaban con que iban a cortarme las orejas delante de mi familia, dentro de mi casa. Cuando me cogían la oreja, yo me resistía para evitarlo, pero me ataron las manos. Me acosaban de nuevo, me hacían preguntas. Me preguntaban quién recaudaba dinero para las tropas ucranianas. Metían y sacaban las balas de la pistola, presionándome todo el tiempo”, recuerda el joven.
“Uno de ellos se acercó. Puso la pierna entre el cuello y el pecho. Estaba presionando, intentando asfixiarme. Después se calmó un poco, pero luego se fijó en una bolsa de plástico que estaba cerca. Me la puso encima de la cabeza. Y cerró la bolsa. Sentía que me asfixiaba”, continúa. “Al principio me estaba apretando el cuello con las manos, pero luego me cogió de la garganta, como si intentase arrancarme la nuez. Tiraba y tiraba”, dice el ucraniano.
Parece necesitar soltar todo, cada detalle de los abusos y posibles torturas sufridos antes de llegar al centro de detención. “Luego se acercaban todos, sacaban los cuchillos, me pegaban con el arma. Bromeaban entre ellos a mi costa: ‘venga, que sería mi cuarta oreja’. Otro contestaba: ‘la mía, la sexta’”, detalla.
Hasta que, cuenta Viacheslav, un agente del servicio de inteligencia ruso entró de nuevo en el salón: “Es nuestro. Vamos a llevárnoslo”. Le dijeron que cogiese un gorro. No sabía para qué. Pronto lo descubriría.
El centro de tortura
Después de obligarle a visitar distintos puntos donde había pintado grafitis, que tuvo que borrar y sustituir por una “Z” roja [el símbolo atribuido al Ejército del Kremlin], Viacheslav llegó al centro de detención. “Me metieron en una habitación oscura. Me dejaron ahí y me dijeron: ‘te quedas ahí quieto o disparamos’. Pensaba que me iban a matar”, recuerda el ucraniano, a quien cortaron la goma que sujetaba su pantalón para que se le cayese. “Me decían: ‘Estos hombres llevan mucho tiempo sin estar con una mujer. Te van a follar’”, relata. Después de golpearle una decena de veces con una porra en las piernas, le metieron en su celda, siempre según su relato. Era una cámara con tres camas, donde debían dormir siete personas, por lo que debían hacer turnos para descansar.

Uno de los centros de detención y tortura rusos durante la ocupación de Jersón, según la Fiscalía regional.
Lukashchuk cometió un error: mirar a los ojos a uno de los soldados rusos: “Me dijo: ‘¿Por qué me estás mirando?’. Uno de los agentes me golpeó en la espalda y me caí dentro de la habitación. No sabía qué hacer, cómo comportarme, entonces pregunté a los compañeros de celda. Hasta llegué a preguntar si me podía sentar en la cama. Todo me daba miedo”.
Pronto supo cómo debía comportarse los prisioneros para reducir las posibilidades de ser agredido. Según la experiencia de Viacheslav, los detenidos no podían mirar a la cara ni a los ojos del personal del centro, que solía ir con el rostro semicubierto con pasamontañas negro. Lo primero que debía hacer a su llegada, le dijo un compañero, era aprenderse el himno de Rusia. “Cuando entraban agentes del centro, todos teníamos que levantarnos y mirar la ventana. Y todos teníamos que gritar a la vez: ‘Gloria a Putin, gloria a Shoigú [Serguéi Shoigú, ministro de Defensa ruso] y gloria a Rusia”, explicita.
En otro punto de la ciudad, Boris (nombre ficticio), otro civil que asegura haber pasado por el mismo centro de detención, relata la misma dinámica: “Siempre teníamos que decir ‘gloria a Putin, gloria Shoigú y gloria a Rusia’. Te obligaban a aprender el himno de Rusia…”. Él fue detenido, precisamente, por negarse a decírselo a unos agentes rusos en el exterior del centro. “Vivo cerca de este centro y, la primera vez, me pararon y me obligaron a decirlo. No lo hice y me encerraron”, recuerda. La primera vez fue detenido cinco días. La segunda, 24 horas. Luego, fue trasladado a otro centro ubicado en los alrededores de la ciudad, donde estuvo un mes.
Se agacha y levanta su pantalón. Boris muestra las marcas que aún guarda de sus días en las prisiones rusas. Las aprieta con sus dedos. Aún sale pus de las costras. “Esto me lo hicieron con descargas eléctricas. Todavía no está curado”, sostiene el hombre, quien asegura tener las mismas heridas en su espalda.
“A veces te tumbaban en el suelo, ponían una toalla húmeda en la cara, conectan un cable en la mano y otro sobre el pene. Y, entonces, encienden la corriente. Cuando vertían agua sobre la toalla, sentía que me ahogaba. No hay palabras para describir cómo duele”, detalla Boris para ejemplificar la tortura que asegura haber sufrido en el mismo centro que Viacheslav. Ambos hombres, desconocidos entre sí, calculan que había unos 130 detenidos en el momento en el que pasaron por este centro.
Salir de la celda exigía un ritual. “Los hombres me explicaron que, cuando abrían los agentes, teníamos que salir al pasillo, ponernos el gorro en los ojos para no ver nada. Teníamos que salir, agachados y con las manos a la espalda. Preparados para que te llevasen a algún sitio”, continúa Viacheslav. Así fue como le trasladaron a los despachos donde, el primer día, fue interrogado en dos ocasiones.
“En cada sala vi manchas de sangre en las paredes. Me hicieron varias fotos y me revisaron todos los tatuajes. Luego pasaban las imágenes de los tatuajes por una especie de escáner, en el ordenador, para comprobar si coincidían con algunos símbolos”, dice. En los interrogatorios le preguntaban por los nombres de militares, jueces, policías. Le pedían direcciones, información sobre las posiciones ucranianas… Dijo no saber ninguna de las respuestas, cuenta.
“La segunda vez, me dijeron: ‘Si no nos dicen nada que nos interese, nos ocupamos de tu madre. Pero no dije nada”, recuerda. Tras ese interrogatorio,Viacheslav Lukashchuk pasó siete días encerrado en el centro sin salir de la celda. Al séptimo día, le llamaron. “Salí, me agaché, me puse el gorro, puse mis manos por detrás. Algunos me decían que debía bajar la cabeza al máximo, pero un soldado me dijo que por qué agachaba tanto la cabeza”, rememora, evidenciando su miedo a cualquier movimiento que pudiese molestar. “Me bajaron a la primera planta. Uno de los agentes me levantó la gorra para que yo pueda ver. Vi que tenía mi pasaporte y me preguntó: ‘¿Qué tal? ¿Has acogido al mundo ruso? ¿Ya estás de acuerdo con el mundo ruso? ¿Quieres volver a casa?”, cuenta.
Le dijo que sí, que quería volver a casa.
Después de acudir a borrar otra pintada de apoyo a las fuerzas ucranianas, la que sale reflejada en el vídeo publicado en medios rusos, el joven fue abandonado en un punto más o menos próximo a su casa. Primero caminó hasta casa de su novia, quien había sido retenida durante un día, para comprobar que estaba bien. Lo estaba y, juntos, fueron a su vivienda: “Vi que mi madre estaba recogiendo algo al lado de casa. Cuando vi que era ella estaba feliz. Estiré los brazos. Se dio la vuelta y, al ver que estaba delante, se puso de rodillas y se puso a llorar. Ya estaba en casa”.
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