Con voz propia
Segunda tortura, en Islas Marías: acusada del falso secuestro Wallace
Testimonio de Brenda Quevedo Cruz sobre su segunda tortura aplicada por agentes ministeriales para que se incriminara por el falso secuestro de Hugo Wallace

Segunda y última parte
Testimonio
El martes 12 de octubre de 2010, aproximadamente como a las 9 de la noche, llegó un grupo de marines y custodias, dirigidos por el comandante Javier Jiménez Santana y la directora María Teresa López Avoites, a realizar una revisión en el campamento donde me encontraba. Era Zacatal, un campamento de población de sentenciadas en Islas Marías. Yo no he sido sentenciada, mi proceso sigue abierto, y sin embargo me enviaron a ese lugar.
Aquel 12 de octubre, yo estaba fuera del dormitorio. Conversaba con una interna cerca de una cancha de básquetbol. Los custodios llegaron y nos ordenaron que nos formáramos cada una afuera de sus dormitorios. Hicieron una revisión de los cuartos y fue cuando la custodia Verónica Chávez Rojas encontró supuestamente debajo de mi cama unas pastillas –que de hecho no estaban ahí cuando yo hice mi cama en la mañana de ese mismo día–, y me dijo que eran unas pastillas controladas. Cuando me trasladaron a Islas Marías, en el avión me hicieron una revisión exhaustiva; y cuando bajé del avión, me revisaron de nuevo para entrar al campamento. No me encontraron nada, ni en mi cuerpo ni en mis cosas, era imposible que yo hubiera metido unas pastillas al cuarto donde recién me internaban, claramente me las estaban “plantando”.
La custodia lo reportó al comandante Santana. Después entró la directora del penal y me llamaron para preguntarme dónde había conseguido esas pastillas. Yo respondí lo que sabía: no eran mías, nadie me las había dado y desconocía qué tipo de pastillas eran. Me pidieron que me uniformara y me bajaron a la guardia, antes de esto pasamos al hospital a certificarme y después me llevaron a la guardia de Seguridad del campamento Valleto, al que le llaman la “Borracha”, donde están los castigados.
La persona que estaba encargada en ese lugar de nombre Eisa Aguilar Cárcamo me recibió como a las 9:45 pm., y estuve ahí hasta 3 de la madrugada del 13 de octubre. Me sacaron de ahí y me subieron a una camioneta pick-up blanca. Iban las custodias Verónica Chávez Rojas y Eneyda Pérez Tiquet, y al volante iba el comandante Javier Jiménez Santana. Me sentaron entre las dos custodias y yo les pregunté que a dónde me llevaban. Pero no respondieron, sólo me dijeron que no hablara. Pasaron por la Marina y cuatro marines subieron unas sillas y una mesa de plástico y luego se montaron ellos en la parte de atrás de la camioneta.
Estuvimos en la carretera una media hora o quizá cuarenta minutos, yo alcanzaba a ver alrededor cómo rodeábamos la isla, esto lo sé porque escuchaba y veía los destellos del mar, aunque estaba demasiado obscuro. Entonces me empecé a poner muy nerviosa y les pedí por favor me dijeran a dónde me llevaban, porque yo tenía mucho miedo, ya tenía la experiencia del Penal de Santiaguito, en donde me habían golpeado y temía por mi vida y mi integridad física. Empecé a temblar y a sentir que me faltaba aire. El comandante intentó calmarme, me dijo que él no iba a permitir que me golpearan, que unas personas sólo querían hablar conmigo, que sabía que mi caso era muy delicado. Yo empecé a llorar, le pregunté por qué me llevaban tan lejos y de noche. Me dijeron que por mi bien cooperara y guardara silencio. Ya no dijeron nada más.
Llegamos a una zona cerca de un despeñadero al lado del mar. Había mucha vegetación, sin casas, hasta que llegamos a una casita abandonada de color blanco. Me bajaron ahí, y el comandante me dijo:
–Si llegas a lastimar a alguna de las custodias te las vas a ver conmigo.
–¡Ésa no es mi intención! Sólo les pido que no me dejen sola –y el comandante me respondió con estas palabras textuales:
–¡Te prometo que no dejaré que te toquen ni un chingado cabello!
Me metieron a la casa. Todo estaba obscuro, no había luz eléctrica, me metieron a un pequeño cuarto y me dijeron que iban a cerrar, que descansara, que ahí había una cobija vieja en el piso. La casa estaba como en obra negra, los apagadores, y otros detalles todavía ni siquiera estaban instalados. De nuevo les pedí que por favor me dijeran de qué se trataba todo eso, pero no me respondieron y se marcharon. Alcancé a escuchar cómo se secreteaban afuera de la casa con el comandante, y después él sólo se fue en la camioneta.
Me quedé dormida en esa cobija en el suelo, y cuando desperté ya era de día y escuché que llegaba una camioneta. Era de nuevo el comandante, lo vi por una ventana pero no me dejaban salir, vi que de la ventana del otro lado donde había un baño mal terminado se veía el mar y una pequeña Isla con una piedra grande. En eso me hablaron para decirme si quería comer algo, y se volvió a arrancar la camioneta, ya no pude hablar con el comandante. Las dos custodias me abrieron la puerta y me dieron un plato con huevo y frijoles y había una bolsa con manzanas, naranjas y alegrías. También me dieron una bolsa de plástico con agua de horchata, yo no comí más que una manzana. Les insistí a las custodias que me dijeran por favor porqué estaba yo allí, que me dijeran si era un castigo o qué, pero ellas dijeron que no sabían tampoco que ya no hiciera más preguntas porque la orden era que no hablaran conmigo. Les pedí llorando que si pasaba algo que por favor no me dejaran sola, que tenía mucho miedo. Ellas me dijeron que no me iba a pasar nada, que no me podían dejar sola, pero que me metiera de nuevo al cuarto y no saliera. Así pasaron las horas, era como la una de la tarde cuando escuché una camioneta que se estacionó fuera de la casa. Me asomé a la ventana y alcancé a ver una Van color blanco con los vidrios polarizados. Entró la custodia Eneyda Pérez Tiquel y me dijo que me sentara en el suelo y cerró de nuevo.
Mientras yo estaba ahí sentada, rezando porque no fuera nada malo, abrieron la puerta y entraron cinco o seis hombres encapuchados. Vestían pantalón de mezclilla, zapatos negros y playeras de tirantes blancas. Uno de ellos, él que llegó primero me empezó a gritar.
–¡Ahora sí, ya chingaste a tu madre! ¿Te acuerdas de nosotros? ¡Por más que grites, ahora nadie te va a oír!
Yo empecé a llorar. Les supliqué que no me lastimaran. En eso me vendaron los ojos y me envolvieron en una cobija todo el cuerpo sujetada con cinta canela. Me mojaron toda. Me quitaron los zapatos y los calcetines.
–¡Ya no vamos a aguantar tus pendejadas! –me dijeron– ¡ahora sí, vas a ver lo que es bueno!
Me acostaron en el suelo y me echaron agua en la nariz y en la boca para intentar ahogarme. Cuando vomitaba el agua me volteaban hacia abajo.
–¡Ya estamos cansados de tus chingaderas! –repetían– ¿no te da lástima que tu mamá la pague por tus chingaderas? ¿No es cierto que la acaban de operar de los ojos?
–¡Pobrecita! –dijo otro hombre– ¡qué mal y fea se veía con esos lentes tan feos!
–¡La íbamos a matar el día de la operación o a dejarla ciega, pero luego pensamos que ella no tiene la culpa!
–Ya te dejó sola también tu esposo Fernando, ya anda con otra más guapa. Así todos te van a ir dejando sola.
Me pegaron en la cabeza con la mano abierta, eran dos los que hablaban siempre. A uno de ellos le reconocí los ojos de color café claro, al otro, que se me montaba encima, alcancé a verlo que era de complexión robusta y muy velludo hasta en los hombros, tenía vellos muy negros y también le alcancé a ver los ojos. Esto fue porque con el agua que me echaban se me resbalaba la venda. Me golpearon en diferentes partes del cuerpo, a veces ya no sabía con qué era, no distinguía si era con el puño o el codo o las rodillas. Uno de ellos me metió varias veces la mano cerrada entre las piernas, muy fuerte, lastimándome hasta sangrarme.
–¿Qué se siente? –me preguntaba, mientras seguía haciéndolo.
–Quien te viera así, ¡una puta edecán de cuarta! ¡Toda meada y greñuda! ¡Vales para pura madre!
–¿Ahora sí ya sabes de parte quién venimos?
–Sí –respondí como pude– de la señora Isabel Miranda… –y siguieron golpeándome en la cabeza y en el torso.
–¿Por qué estamos aquí? ¿Sabes por qué estamos aquí?
Yo les dije que por favor pararan, que yo iba a cooperar, pero sus golpes siguieron.
–¡¿Sabes por qué tú estás aquí?!
–Por el secuestro de Hugo…
En eso, uno de los hombres me golpeó tan fuerte en la cabeza que pensé que me había reventado el oído, porque ya no oí bien de ese lado, solo un zumbido doloroso, y me gritó:
–¡Del señor Hugo, para ti!
Continuaron insultándome y golpeándome. Dijeron que ahora ya tenían a Jacobo (Tagle), que “el pendejo pensó que nunca iba a salir de su bunker”, pero que ya lo habían agarrado, y que por mi bien yo tenía que decir lo que ellos querían oír. Encendieron una grabadora y me sentaron. Un hombre me amarró un alambre en el dedo gordo del pie derecho y otro me echaba más agua. Me preguntaron que si yo le había escrito una carta a César (Freyre). Dijeron que ellos tenían esa carta, y que César ya había hablado todo, porque “lo amenazaron con el Ruso, que ahí fue cuando ya no aguantó más”, y que Jacobo también había hablado, que más me valía a mí también hablar y decir que habíamos sido nosotros los que secuestramos y matamos a Hugo Alberto Wallace.
Empezaron a ahogarme con el agua otra vez, y les pedí que por favor ya iba a hacer lo que ellos quisieran, pero que por favor pararan. Todos ellos me sentaron y luego de nuevo me acostaron y volvieron a ahogarme y a sentarme. Lo repitieron una y otra vez. Yo ya no podía hablar porque me estaba ahogando, así que me dejaron sentada y me dieron toques en los pies. Les grité que por favor ya no podía, qué era lo que tenía que hacer. Me dijeron que tenía que decir que llevamos a Hugo al departamento de Perugino, y de ahí lo matamos y sacamos en bolsas de plástico su cuerpo, y manejamos en mi coche hasta botarlas.
Apagaban y prendían la grabadora, y me repetían lo que yo tenía qué decir, que lo dejamos en un acueducto y unas maletas en un terreno… Uno de ellos me dijo:
–¡Y más te vale no ir de nuevo a hacer tus pinches desmadres de derechos humanos! ¡Date cuenta del poder que tienen para ir hasta ese lugar y entrar hasta ahí, ellos tienen mucho poder, y tú te metiste con la persona que no debías!
–¡Eso te pasa por molestar a la señora y a su esposo y a su familia!
–Ellos saben perfectamente en donde está tu hermano, y que tu mamá está muy enferma por tus mamadas. Ellos van a hacer los siguientes, y así como estás tú ahora, te vamos a traer fotos de tu mamá hasta que aceptes todo.
Yo empecé a llorar más fuerte, y les supliqué que por favor no le hicieran nada a ella, que no le hicieran nada a mi familia… Me dijeron que tenía que decir que había tomado fotos del cuerpo de Hugo, y volvían a encender la grabadora, y me gritaron que yo tenía que decir que después de las fotos fuimos a tirar el cuerpo. Después de los golpes y los insultos me dijo uno:
–¡Ahora fíjate qué poder tenemos! ¡Vamos a seguir hasta que hagas lo que te decimos! ¡Aquí vamos a estar toda la semana! Vas a pedir hablar con el juez y le vas a decir que te arrepientes de todo el mal que has hecho, y que es cierto todo lo que dijo Juana Hilda y que tú aceptas tu responsabilidad. Le vas a pedir perdón a la señora Isabel Miranda y le vas decir que tiraron el cuerpo de Hugo a un canal en bolsas de plástico. Si no lo haces, y le quieres echar más huevos o le platicas a alguien de esto, se van a ir en contra de tu mamá. La van a levantar, la van a torturar y a desaparecerla. Y así van a hacer lo mismo con tu hermano, y de todos modos vamos a regresar a verte…
–¡Yo no voy a decir nada! ¡Mejor mátenme! –grité desesperada.
–Ah, y eso también te lo vamos a cumplir pero luego, de hecho vas a ver pronto a Jacobito aquí contigo, bueno no aquí, bien encerrado, y si haces todo lo que te decimos, te vamos a regresar a Santa Martha, así de grande es nuestro poder.
Empezaron a desatarme y a quitarme la cinta canela. Uno que gritaba mucho, me dio una fuerte cachetada y me dijo:
–¡Pobre de ti sí le dices esto a alguien! ¡Sobre tu puta madre nos vamos y no estamos jugando, no vas a comentar de esto a nadie!
Yo les dije que no iba a decir nada, pero que no lastimaran a mi familia. Cuando me sentaron se oyó cómo empezaron a salir, y el último me quitó la venda. Me dijo que me agachara, que pobre de mí si volteaba, y se fue. Luego entró la custodia Verónica Chávez Rojas y me preguntó qué había pasado. Yo empecé a llorar y le dije que por qué me habían dejado sola que se los había pedido. Ella dijo que los señores habían dicho que eran mis abogados, y que iban a hablar conmigo y que a ellas las metieron a una camioneta a preguntarles cosas de mí, les grité que las iba a demandar por prestarse a esto.
Me encerraron de nuevo en el cuarto, estuve ahí hasta las cuatro de la mañana, cuando llegó la camioneta del comandante Santana. Me subieron, y nadie me dijo nada, yo no podía caminar y tuvieron que ayudarme. Me dejaron en la comandancia de nuevo, en la “Borracha” de castigo. Allí se encontraba la custodia Eisa Aguilar de encargada. Estuve hasta las seis de la mañana del 14 de octubre. Después me sacaron de ahí y me llevaron a una comandancia del campamento “Bellavista”. Me pusieron sola en un cuarto, y la orden a los custodios era “que nadie hablara conmigo” y que yo no podía salir de ese cuarto.
Cuando llegué, me recibió la custodia Janet Mijangos Sánchez. Ella estuvo a cargo durante una hora y yo le comenté que necesitaba ir al doctor. Respondió que iba a consultarlo, y llamó por radio pero le dijeron “negativo”, que yo no podía salir. Después, como a las ocho de la mañana llegó la custodia María Teresa Velázquez Avilés, cuando llegó me encontró llorando y me preguntó si estaba bien. Le dije que no, me dijo que le platicara por qué no podía caminar y estaba manchado de sangre mi pantalón. Le dije que tenía miedo de decirle algo, porque me habían advertido de que no dijera nada, porque me iría peor. Ante su insistencia, le conté todo. Se quedó sorprendida, y me dijo que me tranquilizara, que iba a tratar de ayudarme para que me llevaran al hospital.
Al medio día llegó el guardia Medardo Alegría Muñoz, me vio lastimada. Me preguntó si estaba bien, me dijo que él era el encargado del campamento. A él yo ya lo había visto antes, me preguntó qué estaba haciendo ahí. Le dije que me sentía muy mal, que por favor me llevara al doctor y le preguntó a la custodia si me habían revisado cuando llegué, que si tenía golpes o algo. Ella dijo que no, y el oficial Medardo le dijo que entrara y me revisara por si tenía algún golpe lo anotara porque él no se iba “a aventar la bronca de las tonterías que andaba haciendo esa gente”.
Cuando me revisó la oficial, tenía una hematoma a la altura de la cadera del lado derecho, no sé si lo apuntó o no, pero le pedí ir al doctor, pero cada que hablaba el custodio, solamente le decían que ellos le iban a avisar. Así estuve hasta el viernes 15 de octubre, cuando me trasladaron al Jurídico con la custodia Mónica Limas Martínez y Medardo Alegría. Me metieron a hablar con la directora del penal María Teresa López Avoites, y le comentaron que me habían golpeado y que necesitaba ir al doctor. Ella respondió que después, que yo estaba ahí para otra cosa, para que le dijera lo de las pastillas, para ver cuánto tiempo iba a estar castigada por el Consejo. Volví a decirle que las pastillas no eran mías, que yo acababa de llegar a la Isla, no podía haberlas conseguido; le insistí que me habían golpeado, y ella sin hacer ni un gesto me pregunto “¿quién?”. No lo sé, le dije, eran unos hombres encapuchados. Pero vi que ella no estaba impresionada ni mostraba ninguna sorpresa con lo que estaba diciendo. Le dije que mejor lo olvidara, me levanté de la silla y le dije:
–Solamente quiero hacer una llamada, y hablar con Derechos Humanos.
–¡Tú estás castigada! No puedes hacer ninguna llamada hasta que me digan cuánto tiempo vas a estar castigada y se te acabe el castigo.
Al día siguiente, sábado en la noche, le insistí al oficial que me sentía muy mal y me llevó a Urgencias, donde me detectaron un absceso en un seno por los golpes y no pude explicarle a la doctora lo que me había pasado, porque entre con la custodia Mónica y me dijo que “no podía hablar con nadie”.
Así fue como me tuvieron aislada. Fue hasta un mes después que me dejaron hablar por teléfono. No querían devolverme mi agenda de teléfonos, solamente me dejaron copiar unos números y se la volvieron a llevar. Después me pidieron copia de esos números.
He estado segregada del resto de las demás internas. La orden de “no tener contacto con nadie”, sigue hasta ahora, y no puedo hablar ni con las custodias que me cuidan, que no salga de donde estoy con nadie y ahora dicen que porque soy “procesada” y no puedo estar con las demás. No me han dejado ir al Ministerio Publico, entre otras cosas; no me permiten comprar en la tienda, todo lo tengo que pedir por medio de Trabajo Social que viene muy esporádicamente.
Así fue mi segunda tortura en Islas Marías. Ratifico que todo es verdad y pido ayuda a todas las instancias de derechos humanos. Temo por mi vida y la de mi familia, si no me echo la culpa.
Para leer Primera parte
Con voz propia
En el Zócalo de Ciudad de México, las falanges ‘marxistas’

TRAS BAMBALINAS
Por Jorge Octavio Ochoa
En una pugna simbólica y mediática, partidarios y adversarios se trenzaron este fin de semana en una inútil lucha de cifras. Unos y otros aseguran haber conjuntado en la Ciudad de México, más de medio millón de personas el 26 de febrero y el 18 de marzo.
Al margen de quién tenga la razón, lo único inobjetable e irrebatible, es que el país está profundamente dividido. Lejos de la reconciliación, esas masas ahí aglutinadas, lo único que reflejan es un futuro aciago para los mexicanos.
Parecen gloriosos ambos mítines: la sociedad politizada acude sin temor. Pero el futuro es opaco y sumamente preocupante por el tufo autoritario. “Está asegurada la continuidad”, frase central de un discurso retórico y sin sustento. Además del dedazo, vendrá la imposición del proyecto.
Sea cual sea la corcholata ganadora en el 2024, ésta obedecerá las órdenes que vengan desde Tabasco, apalancadas por el apoyo inefable del Ejército.
La inversión populista de recursos continuará, aunque no tenga reservas. Se irá a barriles sin fondo, que no devolverán ganancia alguna. La imposición de una nueva clase política más voraz está en camino. Por eso llamó a sus fanáticos a votar “por todo”, para tener mayorías absolutas, incontestables.
La pobreza crece, junto con la violencia. No hay orden legal y nuestras juventudes se asesinan entre sí, porque sí, porque la SEP está más preocupada en ideologizar.
La división es manifiesta, evidente. A unas horas de la “Gran Fiesta Patriótica”, la familia Cárdenas marcó su distancia con Andrés Manuel López Obrador.
Lo mismo hicieron, desde hace dos años, los familiares de Emiliano Zapata. El presidente los traicionó y permitió la construcción de una presa con la que no estaban de acuerdo. La ausencia de los Cárdenas y de los Zapata es el gran vacío, que pega en la columna vertebral de un cuerpo sin moral, como el de la 4T.
Ése es el panorama con el que entra al último año de gobierno López Obrador, perseguido por fantasmas del pasado que hoy reviven. Conasupo es hoy Segalmex, con un mismo sujeto: Ignacio Ovalle, al que hoy defiende el primer mandatario, así como protegió a un presunto violador como Félix Salgado Macedonio, o como resguarda a una delincuente, Delfina Gómez.
La muerte de más de 700 mil mexicanos, muchos de ellos por una pandemia que fue mal enfrentada, según los especialistas, será otro de los espectros que lo seguirán hasta Macuspana.
Tarde o temprano el país reconocerá como verdad el informe sobre los privilegios que tuvo la familia presidencial durante la mortandad. Para ellos, sí, Remdesivir.
Es la tormenta perfecta, que se puede convertir en maremoto, si se descontrola el sistema financiero internacional, quiebran bancos y esas masas confrontadas no encuentran una guía pacífica.
Las buenas intenciones y el apoyo a los pobres podrían convertirse en una pesadilla descomunal. Más aún cuando están bañadas de populismo. No hay dinero que alcance y el Banco del Bienestar está bajo sospecha como lavadero de dinero.
El sábado 18 de marzo vimos, entre otras cosas, el despliegue de algunos de los más de 23 mil Servidores de la Nación que engrosan la nómina de la Secretaría de Bienestar. Claro, la mayoría convencidos de su participación, ¡Nada más eso faltaba! Todos ellos significan un presupuesto superior a los tres mil millones de pesos al año. Por eso acudieron gustosos a arremolinarse ahí.
¿Servidores o siervos?
Los cuadros de estos servidores se componen de:
- 18 mil 894 enlaces, desplegados en todo el país, con un sueldo de 8 mil 482 pesos mensuales.
- 3 mil 736 trabajadores administrativos.
- 252 directores regionales, que reciben 50 mil 158 pesos mensuales.
- 32 delegados estatales o “superdelegados”. Ganan 87 mil 998 pesos al mes.
Hasta hace poco, el jefe de todos ellos era Gabriel García Hernández, coordinador Nacional de Programas Integrales de Desarrollo. Cercano al presidente AMLO, desde 2006.
Durante la elección de 2018, García Hernández fue responsable de desplegar una estructura partidista a favor de López Obrador; afiliar militantes a Morena y supervisar las asambleas municipales.
Es bajo esta descomunal estructura, que se expande la bonhomía del presidente de la República, convertido en moderno Robin Hood, que le quita el dinero a los ricos y clases medias para dárselo a los pobres, aunque algunos hayan muerto.
Por ello es por lo que resulta muy sospechoso el presunto robo de 136 millones de pesos a los Bancos del Bienestar hace unos días, cuando todavía no tiene ni estructura de verdadera institución financiera.
Es en medio de esas incongruencias, que ocurre esta nueva concentración. Lázaro Cárdenas Batel presentó su renunció el 17 de marzo, poco después de la confrontación de López Obrador con el ingeniero, su padre. AMLO decidió darla a conocer un día antes de la expropiación petrolera, para dañar lo menos posible “su fiesta”.
Fue una doble afrenta, pero ni todas las marchas o mítines del mundo podrán borrar el agravio al hijo del general, el Tata Cárdenas, al que también adoraba el pueblo hace 85 años.
No, no hay comparación alguna entre aquella gesta y lo que ocurre ahora. En aquel episodio histórico, la gente más humilde llevó al Zócalo sus pertenencias, sus animalitos, para ayudar con el pago de la deuda al vecino país. El pasado sábado 18 de marzo, hasta con 200 pesitos acarrearon a la gente. Otros, tenían que asistir, para no perder el trabajo.
Pero también hay los Solovinos, como les dijo una vez López Obrador, que fueron con toda la convicción y el corazón. Ojalá no los traicione también.
Lo peor fue el performance que algunos seguidores de AMLO escenificaron: la quema de un monigote que alude a la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte. Como si no viviéramos en un país donde frecuentemente se lincha a víctimas inocentes, el discurso presidencial alienta este tipo de manifestaciones.
En un país tan dividido, impulsar el odio hará más peligroso el año próximo. Más aún ante las asechanzas de los vecinos del norte. Este domingo, mandaron una misión diplomática, compuesta de legisladores y encabezada por el embajador Ken Salazar, para aclarar algunas paradas, no sólo sobre el narco.
Se supo, que México ha concesionado a Estados Unidos la terminal marítima de Punta Venado, en Quintana Roo, hasta el 2037. ¿En qué régimen se otorgó? ¿Por qué no lo sabíamos?
Sin embargo, nos enteramos el domingo que dichas instalaciones fueron requisadas por la Marina y la policía estatal, lo que desató el enojo del gobierno y Congreso de aquel país.
De esto, López Obrador no nos dijo nada ayer en su maratónico discurso de una hora. De hecho, frenó toda alusión antiyanqui. Evitó desatar el patrioterismo, para no enemistarse más con los gringos. Pero ahora tiene que explicar ¿Cómo pedirá la unidad de los mexicanos, incluso de aquellos a los que nos ha insultado por participar en manifestaciones que él no organiza?
Con voz propia
Las cadenas de oración como política pública en Perú

Religión y vida pública
Uno de los efectos, inevitables pero posiblemente inesperados de las crisis, es que revelan los aspectos más sórdidos, más contradictorios, del comportamiento de las personas, los grupos e incluso de las instituciones públicas. En ese sentido, la profunda crisis política en Perú no ha sido especialmente distinta de las que ocurren en la actualidad en otros países de América Latina. La diferencia, si la hay, es que en Perú la crisis política se ha conjugado con otras crisis igualmente graves. Como en el resto de América Latina, están los efectos de la pandemia de coronavirus que hizo estragos en los sistemas de salud de la región, afectados cada uno por cualquier cantidad de insuficiencias y fallas en el diseño y en la operación de las instituciones de salud, así como por la corrupción.
Incluso se podría agregar en el caso de Perú, Argentina, México y Chile, el componente de la violencia generada a veces por grupos de narcotraficantes y a veces por otras organizaciones criminales. En Argentina, por ejemplo, ha sido especialmente grave el ataque en Rosario al Supermercado Único, propiedad de la familia de Antonella Rocuzzo, la esposa de Lionel Messi, el astro de la recientemente coronada selección nacional de futbol de ese país, fue objeto de ataques muy violentos que sacudieron a la opinión pública argentina. La situación es tan grave que el gobierno federal, al estilo de las autoridades mexicanas y colombianas, anunció que el Ejército participaría en los operativos de seguridad, lo que ha provocado amargos intercambios entre los actores políticos de aquel país. Sin embargo, en Perú se ha agregado un cuarto elemento a la crisis: las brutales inundaciones que han devastado, como siempre es el caso, las zonas más pobres de las regiones afectadas por esos fenómenos.

La ribera del río Chillón en Lima, 16 de marzo de 2023
Fue notable que, ante la realidad creada por ese cuarto elemento de crisis, el recién electo alcalde de Lima, la capital de Perú, Rafael López Aliaga, hiciera una serie de declaraciones en las que, además de culpar a todos los gobiernos previos por la magnitud de la crisis de inundaciones en la capital peruana, también aseguró que, además de no dormir, había cumplido con sus responsabilidades como alcalde de la capital más antigua de América del Sur, al promover y participar de una serie de “cadenas de oración” cuyo objetivo—según López Aliaga—era el de que las lluvias se movieran fuera de la zona metropolitana de Lima.
Una de las cosas más notables de esa declaración de López Aliaga es la manera en que su equipo de comunicación en la capital peruana usó una combinación de medios tradicionales y de mensajes en redes sociales para hacer de las “cadenas de oración” un elemento clave de su respuesta a las violentas, en más de un sentido, devastadoras inundaciones. Acá se puede ver la manera en que algunos de los medios peruanos, Radio Exitosa en este caso, informó que López Aliaga aprovechó una reunión con miembros del congreso y luego con funcionarios del gobierno nacional peruano, incluida la presidenta Dina Boluarte, para anunciar su “cadena de oración”. Horas después, cuando el huracán Yaku finalmente cayó sobre Lima y su zona metropolitana, con los efectos que ya todos conocemos, la reacción de López Aliaga fue la de atribuirse el curso que siguió ese fenómeno natural como un resultado de la “cadena de oración” que había promovido.
Es claro que cuando tenemos problemas no está de más invocar la ayuda de Dios o lo que sea en lo que cada persona cree. Es claro, además, que a diferencia de México donde hay una cierta tradición secularista que busca aislar a la política de la religión, en Perú no existen esas limitaciones. El Estado se declara abiertamente confesional, católico de manera más precisa y hay distintos puntos de contacto entre la religión y política en todos los niveles del gobierno de aquel país.
Sin embargo, el problema con lo dicho por López Aliaga es que, en un sentido, a pesar de que las autoridades nacionales peruanas advirtieron de la llegada de Yaku, él y su equipo parecían desestimar los efectos de ese huracán. Dada la manera en que reaccionaron, uno podría asumir que estaban listos, pues no se prepararon refugios, ni equipos que eventualmente pudieran rescatar a personas o grupos que se vieran aislados por las lluvias torrenciales.
Tampoco se tuvo el cuidado de limitar el tráfico de vehículos en las calles donde se sabía, por la historia de inundaciones previas, había mayores probabilidades de que hubiera problemas. Lejos de ello, se le apostó desde el inicio a la “cadena de oración” como respuesta de política pública. Incluso una semana después de que López Aliaga hiciera alarde del poder de su oraciones, llamó “intolerantes” a quienes le criticaron por la manera en que actuó como principal responsable de la seguridad de las personas que viven en Lima.
Que López Aliaga llame a otras personas “intolerantes” eleva la situación a otro nivel. Si algo le ha ganado fama pública al ahora alcalde de Lima no ha sido su disposición a ser tolerante. Más bien todo lo contrario. El alcalde se distingue, entre otras cosas, por su participación en la prelatura del Opus Dei, una estructura creada por Josemaría Escrivá de Balaguer durante los prolegómenos de la Guerra Civil española (1936-9), que se caracteriza por presumir de ser “estricta” en su comprensión y práctica del catolicismo.

Rafael López Aliaga durante su campaña presidencial de 2021. Tomada de Wikipedia.
No es posible reconstruir acá las notas características del catolicismo según el Opus Dei, pero es notablemente intolerante incluso con otros católicos que no comparten con la prelatura su manera de entender la realidad, el mundo e incluso la doctrina del catolicismo. Rechaza cualquier crítica a la Iglesia y ello les ha llevado, en más de una ocasión, a defender a notables depredadores sexuales. En Chile, por ejemplo, fueron miembros de la prelatura en aquel país quienes financiaron la defensa civil y canónica de Fernando Karadima, el superdepredador sexual. No sólo eso. Cuando Karadima todavía celebraba misas con público, se veía a estos miembros o simpatizantes de la prelatura, en las bancas de la parroquia del Sagrado Corazón en Providencia, una de las zonas más hermosas y ricas de Santiago de Chile.
López Aliaga lleva varios años tratando de ganar notoriedad y cargos de elección popular en Perú. Luego de ser regidor en el ayuntamiento de Lima a principios de siglo, se convirtió en uno de los líderes nacionales de Renovación Popular, organización con vínculos formales e informales de diversa naturaleza con el así llamado Sodalicio de Vida Cristiana, una “orden” religiosa del catolicismo nacida en Perú que, como la Legión de Cristo en México o el Instituto del Verbo Encarnado en Argentina, presume también de ser “estricta” en su comprensión de la doctrina católica y, como esas dos organizaciones, ha visto a varios de sus miembros enfrentar acusaciones por abuso sexual.
Los vínculos del alcalde de Lima con el Sodalicio de Vida Cristiana son tan profundos, que su compañera de fórmula en la elección presidencial de 2021 fue Neldy Mendoza, quien presume ser especialista en distintas disciplinas, aunque nunca ha acreditado esas capacidades. A pesar de las críticas que enfrenta por esas actitudes, es invitada frecuente a las actividades públicas de los grupos que forman parte del Sodalicio, por lo que observadores de la vida pública peruana la cuentan entre sus miembros o, por lo menos, sus simpatizantes. Y es que, como suele suceder con el Opus Dei y otras organizaciones “estrictas” del catolicismo, la pertenencia a esos grupos suele ser tratada como una suerte de secreto de Estado por las organizaciones y sus miembros.
López Aliaga, además, presume ser un político “provida”. No es claro cuántas personas habrían muerto en Lima por las inundaciones. Se sabe que hay un saldo de cinco personas que perdieron la vida por los efectos de Yaku, pero es difícil saber si todos vivían o murieron en Lima. En todo caso, lo que demostró López Aliaga es la fragilidad del discurso “provida” que caracteriza al Opus Dei y a grupos similares en el espectro de las derechas de América Latina. Se dicen contrarios al aborto, pero no parecen preocuparse por los efectos de desastres que podrían prevenirse o evitarse del todo para evitar la muerte de personas inocentes.
En la elección presidencial de 2021, en la que ganó Pedro Castillo en la segunda vuelta, el ahora alcalde de Lima fue abanderado del Partido Renovación Popular. Como tal, se hizo de poco menos del doce por ciento del voto en la primera vuelta. En la segunda vuelta, aunque no hubo un acuerdo formal para transferir votos, en los hechos sus electores apoyaron a Keiko Fujimori luego de que, en mayo de 2021 López Aliaga anunciara que él votaría por la hija del expresidente.
Un aspecto que no debe soslayarse de los llamados de López Aliaga a enfrentar los efectos de Yaku con una cadena de oración es que, a lo largo de los últimos 20 años, el ahora alcalde ha tratado de presentarse como un promotor de gobiernos racionales, eficaces, que operen a partir de criterios empresariales y no de criterios o preferencias políticas. En un sentido, esa posición choca con la de quien se abandona a lo que para algunos podría ser la “voluntad de Dios” pero, para otros, podría ser la expresión del descuido, del desaseo y la irresponsabilidad. En otro sentido, él está lejos de actuar con criterios racionales o eficaces, como lo demuestra este episodio.
López Aliaga se hizo del cargo que ahora ostenta, por cierto, con menos del 30 por ciento del voto de los limeños. Sólo 26 de cada 100 votaron por él. Fue así gracias al pésimo diseño de las leyes electorales peruanas que, aunque exigen una segunda vuelta en las presidenciales, permiten que una persona como López Aliaga, conocido por sus excesos verbales contra quienes no piensan o actúan como él incluso dentro de la Iglesia Católica, ocupen el cargo a pesar de no haber ganado la elección con algún margen que garantice que representa a los electores.
Con voz propia
La desinformación, la gran estafa de la opinión publicada

«Argumentando el bien común, nos someten a la desinformación más conveniente al poder»: analista
Por Alberto Vila
Cada vez se presta más atención al fenómeno de la desinformación qué opera como una gran manipulación de conductas políticas, sociales y económicas, de grandes colectivos sociales. El uso del falseamiento de informes, la proliferación de las mentiras intencionadas para favorecer a los intereses de los propietarios de los medios, son la expresión frecuente desinformativa. La desinformación sobre la guerra de Ucrania es un caso de censura informativa en el espacio OTAN.
Estas conclusiones sobre la desinformación partieron de los datos de un informe que la Universidad de Princeton publicó recientemente y que detectó que los adultos mayores tienen más probabilidades de compartir noticias falsas. En ese estudio los investigadores estadounidenses identificaron el aumento de usuarios hombres y mujeres de más de 65 años en Facebook y concluyeron que en esa red social los usuarios de mayor edad compartieron más del doble de artículos de noticias falsas que el grupo de edad más próximo, los de 45 a 65 años, y casi siete veces más que el grupo de edad más joven, de 18 a 29 años.
El efecto que tiene la información falsa sobre las empresas y la economía en general es enorme. Las audiencias tienden a ser receptivas a las noticias falsas. El control hegemónico de los grupos mediáticos facilita tal situación. Inclusive esos medios dicen actuar de fact-checking, de la información publicada. En cualquier caso, se verifica poco quién las fabrica y con qué motivos. Cómo combatir actualmente la desinformación, es la batalla que se libra en el mercado de los mensajes difundidos.
Sin razón aparente, el 29 de marzo de 2018, las acciones de Amazon bajaron un 5%, lo que equivale a la pérdida de 60.000 millones de dólares en valoración. Pero siempre existe un motivo para que una cotización baje tan repentinamente. Puede ser, simplemente, una percepción o una realidad, pero cuando hay un descenso de esta magnitud, significa que el mercado espera “algo”, y, en este caso, era una acción del Gobierno Federal Americano en contra de la compañía. El presidente Trump había usado su medio de comunicación preferido, Twitter, para quejarse de que Amazon no pagaba impuestos estatales ni locales, usaba el servicio de correos como su “chico de los recados”, causándole grandes pérdidas, y, además, era responsable de la quiebra de miles de comercios. Sin haberlo dicho explícitamente, el mercado de valores esperaba que la administración Trump actuara en contra de la empresa.
En Argentina, un grupo de investigadores, de Proyecto Desconfío y del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad (MESO), que trabaja para combatir el impacto de la desinformación en medios y redes sociales detectó que los adultos mayores de 60 años son los más afectados por las campañas de noticias falsas que circulan a través de WhatsApp. El consumo de mensajes engañosos y el desconocimiento de recursos para poder detectarlos motivó un estudio de campo con el fin de alertar sobre las consecuencias de la desinformación en esta población adulta y a aportar herramientas para poder combatirla.
En sus orígenes, la verificación de hechos era un proceso interno de los medios de comunicación que consistía en la revisión de los datos y los hechos de una noticia antes de su publicación. Los actores encargados de verificar eran los periodistas, que tenían que salir al exterior a buscar la noticia y tenían las herramientas y los conocimientos para identificar información falsa o engañosa. El paradigma cambia radicalmente con la llegada de internet. Este nuevo canal amplía el acceso a la información y permite al usuario generar y difundir sus propios contenidos, lo que abre las puertas a la infoxicación. El exceso de información y la llegada de múltiples canales por dónde difundirla, como son las redes sociales y la mensajería instantánea, entre otros, provoca una crisis de confianza hacia los periodistas, que redefine el ejercicio del fact-checking.
La infoxicación y los múltiples canales de difusión hacen que los periodistas no lleguen a todo. Los fact checkers actúan de manera reactiva desmintiendo hechos e información que ya circula en internet, pero nunca opiniones personales. Así pues, el fact-checking, tal como lo entendemos hoy, es un producto de la era digital. En 1994 nace en Estados Unidos Snopes, la primera plataforma de verificaciones en línea que aparece con el objetivo de validar y desmentir mitos, rumores y leyendas urbanas que circulaban por internet. La evolución de las falsedades en medios no ha hecho más que agravarse.
España es el escenario de imperios mediáticos que, a cualquier precio, sostienen el relato oficial de una monarquía directa heredera del franquismo. Para eso, argumentando el bien común, nos someten a la desinformación más conveniente al poder. Aquí, la tarea de los fact-checkers o verificadores es esencial en la era del exceso informativo y las redes sociales, pero para que la misión de acabar con la información falsa se cumpla, es necesario que cualquier ciudadano, alfabetizado digitalmente, sepa identificar este tipo de contenidos sin caer en falsedades o engaños.
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El autor es economista y analista político, experto en comunicación institucional.
Este artículo se publicó originalmente en elobrero.es
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