Si al presidente Biden realmente le importara la libertad de prensa, ya habría cancelado la solicitud de extradición hace meses
Por Peter Oborne
Todos los periodistas de investigación veneran con razón a Daniel Ellsberg, el ex oficial de la Marina de los Estados Unidos que expuso muchas de las mentiras contadas por su gobierno sobre la guerra de Vietnam.
Al filtrar los ‘Papeles del Pentágono’ a The New York Times, Ellsberg reveló el bombardeo ilegal de Estados Unidos sobre Laos y Camboya, y ayudó a poner fin a la guerra.
Cuando el fundador de Wikileaks, Julian Assange, libró su desesperada batalla en el Tribunal Penal Central de Londres para evitar la extradición a los Estados Unidos, Ellsberg trató de acudir en su rescate. Él bien podría. Porque la historia de Julian Assange es una repetición de la acción de Ellsberg medio siglo después.
Ellsberg, como Assange, fue juzgado por espionaje. Ellsberg, al igual que Assange, enfrentó cadena perpetua, sólo para que los cargos fueran desestimados debido a la mala conducta del gobierno en su contra. Le dijo a la Corte de Londres que sentía un inmenso sentimiento de camaradería con el fundador de Wikileaks.
En una declaración importante, Ellsberg, el decano de los denunciantes, también explicó que mientras estuvo en Vietnam, el conocimiento detallado de los crímenes de guerra estadounidenses permaneció confinado a un pequeño círculo de poder, pero en cambio, más de 100.000 personas tenían acceso a los registros de guerra de Irak y Afganistán filtrados por Chelsea Manning.
Esto significaba, dijo Ellsberg, que “la tortura y el asesinato se han normalizado”.
Y ciertamente, las revelaciones de Wikileaks han arrojado luz sobre los crímenes cometidos casualmente por los EEUU durante la llamada «Guerra contra el terrorismo».
Wikileaks publicó un video donde aparecen pistoleros estadounidenses en un helicóptero riéndose mientras disparaban y mataban a civiles desarmados en Irak. Quince personas murieron en el ataque, incluido un fotógrafo de Reuters y su asistente.
El ejército estadounidense se negó a sancionar a los perpetradores de este grotesco crimen, quienes permanecen impunes. Pero el gobierno de los EE. UU. ha impuesto cargos judiciales al hombre que reveló sus crímenes.
Wikileaks reveló que el número total de víctimas civiles en Irak fue mucho mayor que lo admitido previamente por el gobierno de EE.UU. También reveló el abuso infligido a los reclusos en la Bahía de Guantánamo, así como el hecho de que 150 reclusos inocentes estuvieron detenidos durante años sin cargos.
Clive Stafford Smith, que ha representado a 87 presos de la Bahía de Guantánamo, rindió homenaje a la importancia de las revelaciones de Wikileaks al permitirle probar que los cargos contra sus clientes eran falsos.
Muchas otras revelaciones, aunque menos aterradoras, fueron casi igualmente vergonzosas para Estados Unidos y sus aliados. Estuve en Beirut hace diez años cuando Wikileaks reveló que el ministro de defensa libanés había conspirado con Estados Unidos para facilitar una invasión israelí de su país en 2008.
Los cables de Wikileaks revelaron cómo, durante un almuerzo de dos horas y media con diplomáticos estadounidenses, Elias Murr explicó en detalle qué partes del país deberían atacar los aviones israelíes. También revelaron que había ordenado al ejército libanés que “no se involucrara en ningún combate y cumpliera un papel de defensa civil”. Éste es sólo un ejemplo, y afortunadamente el asalto de 2008 nunca sucedió.
No es difícil imaginar la furia y la vergüenza dentro del establishment militar y de Defensa de los Estados Unidos ante revelaciones como éstas. Y hace que la determinación de Estados Unidos de procesar y condenar a Assange sea totalmente racional. Tienen el mayor incentivo posible para hacer de él un ejemplo, a fin de advertir a otros de las consecuencias de hacer lo mismo.
Cualquier historia que dependa de la obtención de documentos de fuentes del gobierno de los EE. UU. se volverá imposiblemente peligrosa. Cualquier periodista en cuestión podría verse sujeto a una solicitud de extradición.
Cuanto más grave es la historia, mayor es el peligro de extradición y enjuiciamiento.
Un simple experimento mental demuestra el daño que hará la extradición de Julian Assange a Estados Unidos.
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Fuente original en inglés: America’s Lapdog Britain Moves to Extradite Julian Assange | The Nation
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