Con voz propia
La espiral de AMLO: victimización y vituperios

TRAS BAMBALINAS
Por Jorge Octavio Ochoa
Otra vez, “como anillo al dedo” le había caído a López Obrador el intento de asesinato contra el periodista Ciro Gómez Leyva. Sin embargo, de pronto el escándalo de la ministra Yasmín Esquivel Mossa, ha tomado el escenario como principal tema de interés.
La UNAM emitió de pronto, un comunicado en el que confirma que existe “un alto nivel de coincidencias” entre dos tesis: La de la susodicha aspirante a la presidencia de la Suprema Corte y la de Édgar Ulises Báez Gutiérrez.
De inmediato, López Obrador se ha colocado nuevamente como víctima, pero, al igual que en el caso de Gómez Leyva, sus argumentos son de dar pena. “Todos ésos que están pidiendo que se investigue a la ministra, han cometido delitos mayores”. Acusación y difamación sin pruebas.
El Presidente de la República ha insultado a los ciudadanos con calificativos desmedidos y viscerales, peores de lo que hoy cuestiona:
“Aspiracionistas, fifís, corruptos, corruptazos, alcahuetes, inmorales, intelectuales orgánicos, racistas, rateros, saqueadores, sinvergüenzas…”
No han faltado otros defensores, como el doctor en Derecho Raúl Placencia Villanueva, quien incluso pretende compartir culpas con el Senado.
“… su solvencia moral y profesional fue en su momento evaluada por órganos legislativos tanto de la ciudad de México como del Senado de la República”.
Para leer más del autor: AMLO entrega México a los neo conquistadores
Ésta es la pieza central con la que piensa defender el caso, pese a que la olla está llena de miasmas. Defiende a la ministra porque, según dice, “se ha generado una polémica con señalamientos infamantes”, afirma el doctor Placencia. También salió en su defensa el doctor Hugo Ítalo Morales Saldaña, pero con un texto tan burdo, que más parece redactado con calzador: “Sirva la presente para ratificar la calidad, conocimientos y ética profesional de dicha alumna, la cual siempre llevó a cabo las modificaciones, estudios…”
Así por el estilo, como una recomendación. El hecho es que no pueden llorar como juristas, lo que no defendieron ni reprocharon como hombres y mujeres de bien.
El presidente ha sembrado tolvaneras y ciclones. Él y sus cercanos empiezan a recibir la respuesta de una sociedad cansada, dividida, indignada.
La atención se había centrado, casi toda la semana, en el grave atentado contra un comunicador. Esto se suma a la ejecución de 12 periodistas tan sólo en este 2022.
Por todo argumento, AMLO habló de un “autoatentado”, pero “no porque él (Ciro) se lo haya fabricado, sino porque alguien lo hizo para afectarnos a nosotros”.
Esquizofrenia pura, que da pie para lanzar irresponsablemente a sus huestes a continuar la asonada de violencia verbal.
El argumento sirvió para desviar la atención y colocarse en modo víctima. Resulta que “la derecha” quiere matar periodistas para afectarlo.
¡Y podrían ser sus propias empresas! Radio Fórmula, Reforma, El Universal. Todos ésos que no lo quieren. La malignidad total.
Ése es el tamaño de reflexión de nuestro mandatario, en uno de los momentos más oscuros de nuestro país y del mundo en general.
El 27 de noviembre organizó una marcha de respuesta a la realizada por ciudadanos el 13 de noviembre.
Junto con sus seguidores se mostró feliz por la respuesta de “el pueblo” y se enseñoreó por el músculo popular que decía tener.
Una semana más tarde, volvió a la cargada con su discurso contra los conservadores y medios de comunicación.
Su panegirista de cabecera, Epigmenio Ibarra, lamentó públicamente que tan sólo dos comentaristas, tengan más audiencia y seguidores que López Obrador.
Joaquín López Dóriga, con 8 millones y Carlos Loret, con 7 millones, doblan la audiencia del presidente de la República, que es de 9 millones, según dijo.
El primer mandatario no ha sido capaz de crear, en 4 años, un aparato de comunicación poderoso pese a que tiene todas las herramientas.
Lee también: Masacran al pueblo y López Obrador, preocupado en polarizar
Lejos de eso, se empeñó en destruir Notimex, que pudo ser la agencia internacional del Estado, difusora de todas sus actividades para lanzar al mundo su mensaje. Sin embargo, decidió emprender una campaña de odio que lleva más de dos años, contra los trabajadores de dicha agencia.
Tampoco sus comunicadores principales como Jesús Ramírez, Jenaro Villamil, Álvaro Delgado, Alejandro Páez han logrado gran cosa.
El primero de ellos intentó, mucho antes de que iniciara el actual gobierno, crear un periódico que compitiera con Reforma o El Universal.
Regeneración quedó en triste pasquín que creció y murió en Tabasco, en medio de acusaciones de corrupción. La empresa que lo imprimía, Benefak, estaba incluída en una lista negra de empresas “fantasma” investigada por el Sistema de Administración Tributaria (SAT). El hecho es que todos los comunicadores de Andrés Manuel han contado con programas de televisión y radio para crear nuevas audiencias.
Ha tenido su equipo de “moneros” y caricaturistas de primer nivel, muy bien pagados, con 140 mil al mes, también para jalar adeptos en televisión e internet.
Nada han logrado. Sólo han emprendido una guerra de “influencers” en Twitter, Facebook o YouTube, en la que figuran personajes que no son periodistas.
Sujetos que logran «miles de vistas” o “visitas” pagadas por subir videos, de pronto se volvieron en los principales defensores de Andrés Manuel. Es probable que, tan pronto se termine su mandato, éstos desaparezcan con toda su parafernalia de corbatines, moños y parches. Sin embargo, son los más leales.
Curiosamente, el gobierno de México tiene como cónsul a una persona (esa sí del gremio), ampliamente conocida por sus prácticas no muy honestas ni morales.
Por otra parte, algunos simpatizantes como Carmen Aristegui o Gibrán Ramírez, simplemente se fueron asqueados de lo que descubrieron en la 4ª Transformación.
De los intelectuales y hombres de izquierda se ha dado también una fuga silenciosa, que deja cada día más solo al huésped de Palacio.
Cuauhtémoc Cárdenas y Adolfo Gilly se distanciaron. Sólo le queda Lorenzo Meyer, historiador, cuyo hijo cobra como Secretario de Estado. John Ackerman está enfrascado en un pleito feroz con Mario Delgado y es previsible que eso termine en una ruptura o en un duelo de suciedades.
Paradójicamente, los más cercanos al presidente son empresarios notables del Salinato como Ricardo Salinas Pliego y Carlos Slim, los de “La Mafia del Poder”.
El discurso se ha vuelto circular y retórico. Como un perro que busca su cola, vuelve una y otra vez a la expresión: “No somos como los de antes”.
«El accidente en la mina “Las Conchas” en Coahuila, amenaza convertirse en otra piedra en el zapato de la 4T»: Jorge Octavio Ochoa analiza los pendientes de @lopezobrador_ en su gobierno sobre las irregularidades de la @CFEmx en la compra de carbón. https://t.co/ykXspBOivY pic.twitter.com/c3C60VGJsa
— Los Ángeles Press (@losangelespress) August 8, 2022
¡Miren pa el otro lado!
Pero a López Obrador le ha servido este tiempo y estos hechos, para diluir los escándalos mediáticos que se han generado. Ha quedado perdida, por ejemplo, la noticia de una ex funcionaria de la Presidencia de la República que recibió casi 3 mil millones de pesos en contratos.
Claudia Elena Pérez García, quien fue subordinada del secretario particular de AMLO, Alejandro Esquer. Ella estuvo menos de un año en Palacio y se encargaba de las licitaciones y adjudicaciones de contratos de la presidencia. Once meses le bastaron. Luego se fue como apoderada legal de la empresa B-Drive It, que tan sólo en un año obtuvo 55 contratos por 828 millones de pesos.
Dicha empresa está vinculada a otra, Engine Core, que obtuvo otras 4 asignaciones directas por mil 961 millones de pesos. Otro escándalo que sigue abierto es el de Segalmex, donde un ex Salinista se convierte en el personaje más protegido del actual régimen: Ignacio Ovalle.
Además de los desvíos por más de 8 mil 600 millones de pesos en este sexenio, se descubrió recientemente el cobro de “moches” al estilo Delfina Gómez. Se repitió la dosis y trascendió que funcionarios de Segalmex pedían un 3% de “moche” a las empresas proveedoras de Diconsa.
Ése, que tanto habla de “saqueos”, no ha dicho absolutamente nada sobre estos “moches”, que ascienden a 180 millones de pesos entre 2019 y 2020.
Aparentemente es legal el procedimiento de cobro del 3% de la compra facturada, para destinarlo al mejoramiento de tiendas rurales y adquisición de vehículos. El problema es que los depósitos se hicieron a una empresa “fantasma”: Film & Marketing 18k SA de CV, usando una identificación robada de una accionista falsa.
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En este asunto está involucrado René Gavira Segreste, quien actualmente está vinculado a proceso penal. Fue quien movió ese dinero como director de Finanzas. Pero éste es sólo uno de los escándalos. En Segalmex también se simuló una compra de 25 mil toneladas de azúcar por 465 millones de pesos.
El problema es que sólo fueron entregadas 7 mil 800. Para esto se usó otra empresa fantasma: Servicios Integrales Carregin. La “compra” se hizo en la pandemia. Alejandro Murillo Landeros es el apoderado legal de dicha empresa y de Gainmate Comerdores Industriales y de Comercializadora Aservayan. Además del azúcar, dichas empresas proveían a Segalmex alcohol y gel, por aquello del Covid19.
Sea como sea, él ya colocó las piezas para torcer la ley durante los comicios de Coahuila y Estado de México, mediante una reforma electoral monstruosa. Lo sorprendente es que, con todo y las trampas y los abusos, las puede perder.
En fin. Feliz Navidad y los dejo en paz hasta el próximo domingo 8 de enero.
Con voz propia
En el Zócalo de Ciudad de México, las falanges ‘marxistas’

TRAS BAMBALINAS
Por Jorge Octavio Ochoa
En una pugna simbólica y mediática, partidarios y adversarios se trenzaron este fin de semana en una inútil lucha de cifras. Unos y otros aseguran haber conjuntado en la Ciudad de México, más de medio millón de personas el 26 de febrero y el 18 de marzo.
Al margen de quién tenga la razón, lo único inobjetable e irrebatible, es que el país está profundamente dividido. Lejos de la reconciliación, esas masas ahí aglutinadas, lo único que reflejan es un futuro aciago para los mexicanos.
Parecen gloriosos ambos mítines: la sociedad politizada acude sin temor. Pero el futuro es opaco y sumamente preocupante por el tufo autoritario. “Está asegurada la continuidad”, frase central de un discurso retórico y sin sustento. Además del dedazo, vendrá la imposición del proyecto.
Sea cual sea la corcholata ganadora en el 2024, ésta obedecerá las órdenes que vengan desde Tabasco, apalancadas por el apoyo inefable del Ejército.
La inversión populista de recursos continuará, aunque no tenga reservas. Se irá a barriles sin fondo, que no devolverán ganancia alguna. La imposición de una nueva clase política más voraz está en camino. Por eso llamó a sus fanáticos a votar “por todo”, para tener mayorías absolutas, incontestables.
La pobreza crece, junto con la violencia. No hay orden legal y nuestras juventudes se asesinan entre sí, porque sí, porque la SEP está más preocupada en ideologizar.
La división es manifiesta, evidente. A unas horas de la “Gran Fiesta Patriótica”, la familia Cárdenas marcó su distancia con Andrés Manuel López Obrador.
Lo mismo hicieron, desde hace dos años, los familiares de Emiliano Zapata. El presidente los traicionó y permitió la construcción de una presa con la que no estaban de acuerdo. La ausencia de los Cárdenas y de los Zapata es el gran vacío, que pega en la columna vertebral de un cuerpo sin moral, como el de la 4T.
Ése es el panorama con el que entra al último año de gobierno López Obrador, perseguido por fantasmas del pasado que hoy reviven. Conasupo es hoy Segalmex, con un mismo sujeto: Ignacio Ovalle, al que hoy defiende el primer mandatario, así como protegió a un presunto violador como Félix Salgado Macedonio, o como resguarda a una delincuente, Delfina Gómez.
La muerte de más de 700 mil mexicanos, muchos de ellos por una pandemia que fue mal enfrentada, según los especialistas, será otro de los espectros que lo seguirán hasta Macuspana.
Tarde o temprano el país reconocerá como verdad el informe sobre los privilegios que tuvo la familia presidencial durante la mortandad. Para ellos, sí, Remdesivir.
Es la tormenta perfecta, que se puede convertir en maremoto, si se descontrola el sistema financiero internacional, quiebran bancos y esas masas confrontadas no encuentran una guía pacífica.
Las buenas intenciones y el apoyo a los pobres podrían convertirse en una pesadilla descomunal. Más aún cuando están bañadas de populismo. No hay dinero que alcance y el Banco del Bienestar está bajo sospecha como lavadero de dinero.
El sábado 18 de marzo vimos, entre otras cosas, el despliegue de algunos de los más de 23 mil Servidores de la Nación que engrosan la nómina de la Secretaría de Bienestar. Claro, la mayoría convencidos de su participación, ¡Nada más eso faltaba! Todos ellos significan un presupuesto superior a los tres mil millones de pesos al año. Por eso acudieron gustosos a arremolinarse ahí.
¿Servidores o siervos?
Los cuadros de estos servidores se componen de:
- 18 mil 894 enlaces, desplegados en todo el país, con un sueldo de 8 mil 482 pesos mensuales.
- 3 mil 736 trabajadores administrativos.
- 252 directores regionales, que reciben 50 mil 158 pesos mensuales.
- 32 delegados estatales o “superdelegados”. Ganan 87 mil 998 pesos al mes.
Hasta hace poco, el jefe de todos ellos era Gabriel García Hernández, coordinador Nacional de Programas Integrales de Desarrollo. Cercano al presidente AMLO, desde 2006.
Durante la elección de 2018, García Hernández fue responsable de desplegar una estructura partidista a favor de López Obrador; afiliar militantes a Morena y supervisar las asambleas municipales.
Es bajo esta descomunal estructura, que se expande la bonhomía del presidente de la República, convertido en moderno Robin Hood, que le quita el dinero a los ricos y clases medias para dárselo a los pobres, aunque algunos hayan muerto.
Por ello es por lo que resulta muy sospechoso el presunto robo de 136 millones de pesos a los Bancos del Bienestar hace unos días, cuando todavía no tiene ni estructura de verdadera institución financiera.
Es en medio de esas incongruencias, que ocurre esta nueva concentración. Lázaro Cárdenas Batel presentó su renunció el 17 de marzo, poco después de la confrontación de López Obrador con el ingeniero, su padre. AMLO decidió darla a conocer un día antes de la expropiación petrolera, para dañar lo menos posible “su fiesta”.
Fue una doble afrenta, pero ni todas las marchas o mítines del mundo podrán borrar el agravio al hijo del general, el Tata Cárdenas, al que también adoraba el pueblo hace 85 años.
No, no hay comparación alguna entre aquella gesta y lo que ocurre ahora. En aquel episodio histórico, la gente más humilde llevó al Zócalo sus pertenencias, sus animalitos, para ayudar con el pago de la deuda al vecino país. El pasado sábado 18 de marzo, hasta con 200 pesitos acarrearon a la gente. Otros, tenían que asistir, para no perder el trabajo.
Pero también hay los Solovinos, como les dijo una vez López Obrador, que fueron con toda la convicción y el corazón. Ojalá no los traicione también.
Lo peor fue el performance que algunos seguidores de AMLO escenificaron: la quema de un monigote que alude a la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte. Como si no viviéramos en un país donde frecuentemente se lincha a víctimas inocentes, el discurso presidencial alienta este tipo de manifestaciones.
En un país tan dividido, impulsar el odio hará más peligroso el año próximo. Más aún ante las asechanzas de los vecinos del norte. Este domingo, mandaron una misión diplomática, compuesta de legisladores y encabezada por el embajador Ken Salazar, para aclarar algunas paradas, no sólo sobre el narco.
Se supo, que México ha concesionado a Estados Unidos la terminal marítima de Punta Venado, en Quintana Roo, hasta el 2037. ¿En qué régimen se otorgó? ¿Por qué no lo sabíamos?
Sin embargo, nos enteramos el domingo que dichas instalaciones fueron requisadas por la Marina y la policía estatal, lo que desató el enojo del gobierno y Congreso de aquel país.
De esto, López Obrador no nos dijo nada ayer en su maratónico discurso de una hora. De hecho, frenó toda alusión antiyanqui. Evitó desatar el patrioterismo, para no enemistarse más con los gringos. Pero ahora tiene que explicar ¿Cómo pedirá la unidad de los mexicanos, incluso de aquellos a los que nos ha insultado por participar en manifestaciones que él no organiza?
Con voz propia
Las cadenas de oración como política pública en Perú

Religión y vida pública
Uno de los efectos, inevitables pero posiblemente inesperados de las crisis, es que revelan los aspectos más sórdidos, más contradictorios, del comportamiento de las personas, los grupos e incluso de las instituciones públicas. En ese sentido, la profunda crisis política en Perú no ha sido especialmente distinta de las que ocurren en la actualidad en otros países de América Latina. La diferencia, si la hay, es que en Perú la crisis política se ha conjugado con otras crisis igualmente graves. Como en el resto de América Latina, están los efectos de la pandemia de coronavirus que hizo estragos en los sistemas de salud de la región, afectados cada uno por cualquier cantidad de insuficiencias y fallas en el diseño y en la operación de las instituciones de salud, así como por la corrupción.
Incluso se podría agregar en el caso de Perú, Argentina, México y Chile, el componente de la violencia generada a veces por grupos de narcotraficantes y a veces por otras organizaciones criminales. En Argentina, por ejemplo, ha sido especialmente grave el ataque en Rosario al Supermercado Único, propiedad de la familia de Antonella Rocuzzo, la esposa de Lionel Messi, el astro de la recientemente coronada selección nacional de futbol de ese país, fue objeto de ataques muy violentos que sacudieron a la opinión pública argentina. La situación es tan grave que el gobierno federal, al estilo de las autoridades mexicanas y colombianas, anunció que el Ejército participaría en los operativos de seguridad, lo que ha provocado amargos intercambios entre los actores políticos de aquel país. Sin embargo, en Perú se ha agregado un cuarto elemento a la crisis: las brutales inundaciones que han devastado, como siempre es el caso, las zonas más pobres de las regiones afectadas por esos fenómenos.

La ribera del río Chillón en Lima, 16 de marzo de 2023
Fue notable que, ante la realidad creada por ese cuarto elemento de crisis, el recién electo alcalde de Lima, la capital de Perú, Rafael López Aliaga, hiciera una serie de declaraciones en las que, además de culpar a todos los gobiernos previos por la magnitud de la crisis de inundaciones en la capital peruana, también aseguró que, además de no dormir, había cumplido con sus responsabilidades como alcalde de la capital más antigua de América del Sur, al promover y participar de una serie de “cadenas de oración” cuyo objetivo—según López Aliaga—era el de que las lluvias se movieran fuera de la zona metropolitana de Lima.
Una de las cosas más notables de esa declaración de López Aliaga es la manera en que su equipo de comunicación en la capital peruana usó una combinación de medios tradicionales y de mensajes en redes sociales para hacer de las “cadenas de oración” un elemento clave de su respuesta a las violentas, en más de un sentido, devastadoras inundaciones. Acá se puede ver la manera en que algunos de los medios peruanos, Radio Exitosa en este caso, informó que López Aliaga aprovechó una reunión con miembros del congreso y luego con funcionarios del gobierno nacional peruano, incluida la presidenta Dina Boluarte, para anunciar su “cadena de oración”. Horas después, cuando el huracán Yaku finalmente cayó sobre Lima y su zona metropolitana, con los efectos que ya todos conocemos, la reacción de López Aliaga fue la de atribuirse el curso que siguió ese fenómeno natural como un resultado de la “cadena de oración” que había promovido.
Es claro que cuando tenemos problemas no está de más invocar la ayuda de Dios o lo que sea en lo que cada persona cree. Es claro, además, que a diferencia de México donde hay una cierta tradición secularista que busca aislar a la política de la religión, en Perú no existen esas limitaciones. El Estado se declara abiertamente confesional, católico de manera más precisa y hay distintos puntos de contacto entre la religión y política en todos los niveles del gobierno de aquel país.
Sin embargo, el problema con lo dicho por López Aliaga es que, en un sentido, a pesar de que las autoridades nacionales peruanas advirtieron de la llegada de Yaku, él y su equipo parecían desestimar los efectos de ese huracán. Dada la manera en que reaccionaron, uno podría asumir que estaban listos, pues no se prepararon refugios, ni equipos que eventualmente pudieran rescatar a personas o grupos que se vieran aislados por las lluvias torrenciales.
Tampoco se tuvo el cuidado de limitar el tráfico de vehículos en las calles donde se sabía, por la historia de inundaciones previas, había mayores probabilidades de que hubiera problemas. Lejos de ello, se le apostó desde el inicio a la “cadena de oración” como respuesta de política pública. Incluso una semana después de que López Aliaga hiciera alarde del poder de su oraciones, llamó “intolerantes” a quienes le criticaron por la manera en que actuó como principal responsable de la seguridad de las personas que viven en Lima.
Que López Aliaga llame a otras personas “intolerantes” eleva la situación a otro nivel. Si algo le ha ganado fama pública al ahora alcalde de Lima no ha sido su disposición a ser tolerante. Más bien todo lo contrario. El alcalde se distingue, entre otras cosas, por su participación en la prelatura del Opus Dei, una estructura creada por Josemaría Escrivá de Balaguer durante los prolegómenos de la Guerra Civil española (1936-9), que se caracteriza por presumir de ser “estricta” en su comprensión y práctica del catolicismo.

Rafael López Aliaga durante su campaña presidencial de 2021. Tomada de Wikipedia.
No es posible reconstruir acá las notas características del catolicismo según el Opus Dei, pero es notablemente intolerante incluso con otros católicos que no comparten con la prelatura su manera de entender la realidad, el mundo e incluso la doctrina del catolicismo. Rechaza cualquier crítica a la Iglesia y ello les ha llevado, en más de una ocasión, a defender a notables depredadores sexuales. En Chile, por ejemplo, fueron miembros de la prelatura en aquel país quienes financiaron la defensa civil y canónica de Fernando Karadima, el superdepredador sexual. No sólo eso. Cuando Karadima todavía celebraba misas con público, se veía a estos miembros o simpatizantes de la prelatura, en las bancas de la parroquia del Sagrado Corazón en Providencia, una de las zonas más hermosas y ricas de Santiago de Chile.
López Aliaga lleva varios años tratando de ganar notoriedad y cargos de elección popular en Perú. Luego de ser regidor en el ayuntamiento de Lima a principios de siglo, se convirtió en uno de los líderes nacionales de Renovación Popular, organización con vínculos formales e informales de diversa naturaleza con el así llamado Sodalicio de Vida Cristiana, una “orden” religiosa del catolicismo nacida en Perú que, como la Legión de Cristo en México o el Instituto del Verbo Encarnado en Argentina, presume también de ser “estricta” en su comprensión de la doctrina católica y, como esas dos organizaciones, ha visto a varios de sus miembros enfrentar acusaciones por abuso sexual.
Los vínculos del alcalde de Lima con el Sodalicio de Vida Cristiana son tan profundos, que su compañera de fórmula en la elección presidencial de 2021 fue Neldy Mendoza, quien presume ser especialista en distintas disciplinas, aunque nunca ha acreditado esas capacidades. A pesar de las críticas que enfrenta por esas actitudes, es invitada frecuente a las actividades públicas de los grupos que forman parte del Sodalicio, por lo que observadores de la vida pública peruana la cuentan entre sus miembros o, por lo menos, sus simpatizantes. Y es que, como suele suceder con el Opus Dei y otras organizaciones “estrictas” del catolicismo, la pertenencia a esos grupos suele ser tratada como una suerte de secreto de Estado por las organizaciones y sus miembros.
López Aliaga, además, presume ser un político “provida”. No es claro cuántas personas habrían muerto en Lima por las inundaciones. Se sabe que hay un saldo de cinco personas que perdieron la vida por los efectos de Yaku, pero es difícil saber si todos vivían o murieron en Lima. En todo caso, lo que demostró López Aliaga es la fragilidad del discurso “provida” que caracteriza al Opus Dei y a grupos similares en el espectro de las derechas de América Latina. Se dicen contrarios al aborto, pero no parecen preocuparse por los efectos de desastres que podrían prevenirse o evitarse del todo para evitar la muerte de personas inocentes.
En la elección presidencial de 2021, en la que ganó Pedro Castillo en la segunda vuelta, el ahora alcalde de Lima fue abanderado del Partido Renovación Popular. Como tal, se hizo de poco menos del doce por ciento del voto en la primera vuelta. En la segunda vuelta, aunque no hubo un acuerdo formal para transferir votos, en los hechos sus electores apoyaron a Keiko Fujimori luego de que, en mayo de 2021 López Aliaga anunciara que él votaría por la hija del expresidente.
Un aspecto que no debe soslayarse de los llamados de López Aliaga a enfrentar los efectos de Yaku con una cadena de oración es que, a lo largo de los últimos 20 años, el ahora alcalde ha tratado de presentarse como un promotor de gobiernos racionales, eficaces, que operen a partir de criterios empresariales y no de criterios o preferencias políticas. En un sentido, esa posición choca con la de quien se abandona a lo que para algunos podría ser la “voluntad de Dios” pero, para otros, podría ser la expresión del descuido, del desaseo y la irresponsabilidad. En otro sentido, él está lejos de actuar con criterios racionales o eficaces, como lo demuestra este episodio.
López Aliaga se hizo del cargo que ahora ostenta, por cierto, con menos del 30 por ciento del voto de los limeños. Sólo 26 de cada 100 votaron por él. Fue así gracias al pésimo diseño de las leyes electorales peruanas que, aunque exigen una segunda vuelta en las presidenciales, permiten que una persona como López Aliaga, conocido por sus excesos verbales contra quienes no piensan o actúan como él incluso dentro de la Iglesia Católica, ocupen el cargo a pesar de no haber ganado la elección con algún margen que garantice que representa a los electores.
Con voz propia
La desinformación, la gran estafa de la opinión publicada

«Argumentando el bien común, nos someten a la desinformación más conveniente al poder»: analista
Por Alberto Vila
Cada vez se presta más atención al fenómeno de la desinformación qué opera como una gran manipulación de conductas políticas, sociales y económicas, de grandes colectivos sociales. El uso del falseamiento de informes, la proliferación de las mentiras intencionadas para favorecer a los intereses de los propietarios de los medios, son la expresión frecuente desinformativa. La desinformación sobre la guerra de Ucrania es un caso de censura informativa en el espacio OTAN.
Estas conclusiones sobre la desinformación partieron de los datos de un informe que la Universidad de Princeton publicó recientemente y que detectó que los adultos mayores tienen más probabilidades de compartir noticias falsas. En ese estudio los investigadores estadounidenses identificaron el aumento de usuarios hombres y mujeres de más de 65 años en Facebook y concluyeron que en esa red social los usuarios de mayor edad compartieron más del doble de artículos de noticias falsas que el grupo de edad más próximo, los de 45 a 65 años, y casi siete veces más que el grupo de edad más joven, de 18 a 29 años.
El efecto que tiene la información falsa sobre las empresas y la economía en general es enorme. Las audiencias tienden a ser receptivas a las noticias falsas. El control hegemónico de los grupos mediáticos facilita tal situación. Inclusive esos medios dicen actuar de fact-checking, de la información publicada. En cualquier caso, se verifica poco quién las fabrica y con qué motivos. Cómo combatir actualmente la desinformación, es la batalla que se libra en el mercado de los mensajes difundidos.
Sin razón aparente, el 29 de marzo de 2018, las acciones de Amazon bajaron un 5%, lo que equivale a la pérdida de 60.000 millones de dólares en valoración. Pero siempre existe un motivo para que una cotización baje tan repentinamente. Puede ser, simplemente, una percepción o una realidad, pero cuando hay un descenso de esta magnitud, significa que el mercado espera “algo”, y, en este caso, era una acción del Gobierno Federal Americano en contra de la compañía. El presidente Trump había usado su medio de comunicación preferido, Twitter, para quejarse de que Amazon no pagaba impuestos estatales ni locales, usaba el servicio de correos como su “chico de los recados”, causándole grandes pérdidas, y, además, era responsable de la quiebra de miles de comercios. Sin haberlo dicho explícitamente, el mercado de valores esperaba que la administración Trump actuara en contra de la empresa.
En Argentina, un grupo de investigadores, de Proyecto Desconfío y del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad (MESO), que trabaja para combatir el impacto de la desinformación en medios y redes sociales detectó que los adultos mayores de 60 años son los más afectados por las campañas de noticias falsas que circulan a través de WhatsApp. El consumo de mensajes engañosos y el desconocimiento de recursos para poder detectarlos motivó un estudio de campo con el fin de alertar sobre las consecuencias de la desinformación en esta población adulta y a aportar herramientas para poder combatirla.
En sus orígenes, la verificación de hechos era un proceso interno de los medios de comunicación que consistía en la revisión de los datos y los hechos de una noticia antes de su publicación. Los actores encargados de verificar eran los periodistas, que tenían que salir al exterior a buscar la noticia y tenían las herramientas y los conocimientos para identificar información falsa o engañosa. El paradigma cambia radicalmente con la llegada de internet. Este nuevo canal amplía el acceso a la información y permite al usuario generar y difundir sus propios contenidos, lo que abre las puertas a la infoxicación. El exceso de información y la llegada de múltiples canales por dónde difundirla, como son las redes sociales y la mensajería instantánea, entre otros, provoca una crisis de confianza hacia los periodistas, que redefine el ejercicio del fact-checking.
La infoxicación y los múltiples canales de difusión hacen que los periodistas no lleguen a todo. Los fact checkers actúan de manera reactiva desmintiendo hechos e información que ya circula en internet, pero nunca opiniones personales. Así pues, el fact-checking, tal como lo entendemos hoy, es un producto de la era digital. En 1994 nace en Estados Unidos Snopes, la primera plataforma de verificaciones en línea que aparece con el objetivo de validar y desmentir mitos, rumores y leyendas urbanas que circulaban por internet. La evolución de las falsedades en medios no ha hecho más que agravarse.
España es el escenario de imperios mediáticos que, a cualquier precio, sostienen el relato oficial de una monarquía directa heredera del franquismo. Para eso, argumentando el bien común, nos someten a la desinformación más conveniente al poder. Aquí, la tarea de los fact-checkers o verificadores es esencial en la era del exceso informativo y las redes sociales, pero para que la misión de acabar con la información falsa se cumpla, es necesario que cualquier ciudadano, alfabetizado digitalmente, sepa identificar este tipo de contenidos sin caer en falsedades o engaños.
***
El autor es economista y analista político, experto en comunicación institucional.
Este artículo se publicó originalmente en elobrero.es
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