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Con voz propia

Apología de la violencia, la estrategia presidencial en México

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TRAS BAMBALINAS 

Por Jorge Octavio Ochoa

Seis periodistas asesinados en 40 días, en medio de una andanada brutal contra líderes de opinión desde Palacio Nacional, parecen haberse convertido en México un asunto “natural”.

Fue inaudito escuchar al presidente Andrés Manuel López Obrador, no sólo cuestionar a comentaristas políticos, sino anunciar el uso de su poder fiscal para investigar y perseguir a uno de ellos.

Esto, acompañado de otro anuncio inusitado: la creación de una empresa que será controlada por las Fuerzas Armadas, para llevar la administración del aeropuerto Felipe Ángeles y el Tren Maya, y sacar de ahí sus pensiones y sueldos.

Son las pinzas de algo que empieza a preconfigurarse como algo terrible para un país: la entrada en escena de un gobierno dictatorial, que usa a las instituciones como instrumento, y al Ejército como aliado.

La mañana del viernes 11 de febrero enmarcan el hito, que constituye algo más de una amenaza, porque se acompañan por la admonición: “Voy a pedirle al INAI, que soliciten al SAT, Hacienda, para que me certifiquen los datos”.

Y así, el primer mandatario, se fue largo y tendido; divulgó datos personales, privados, de lo que gana un periodista en particular. Ya todo mundo sabe quién es. No vamos aquí a victimizar dos veces, como suele ocurrir en México.

El jefe del Ejecutivo de la nación no sólo incurrió en un delito grave, dada su alta investidura. Dejó expuesta la seguridad de un ciudadano y peor aún, antepuso la fuerza del Estado sobre cualquier discusión.

Pero, por la brutalidad de lo ocurrido, la tarde-noche de ese mismo 11 de febrero, se empezó a gestar en las redes sociales un movimiento inusitado, que congregó en un espacio virtual a mas de 64 mil personas de todas las clases sociales.

El fenómeno fue grabado y replicado, y hasta el momento son ya más de un millón de personas que se enteraron de este alud de protestas contra el mandatario, por el evidente abuso de poder.

Destrozado el discurso de la autoridad moral  

La reacción del presidente ha sido desorbitada, demencial y tiene una explicación evidente: luego de tres semanas del mismo tema; el discurso de la AUTORIDAD MORAL, columna vertebral de López Obrador, está totalmente destrozado.

En caricaturas se resumen las expresiones: “Quiere educar a un pueblo en la austeridad y no puede educar ni a uno de sus hijos”. Pincelada de Kemchs, que pone en imágenes el tamaño del problema.

Y un colage de imágenes bajo la leyenda: “El que reservó los contratos del AIFA, Tren Maya, Dos Bocas, Vacunas, Medicinas y segundos pisos…Ahora le pide a un particular que haga públicos su salario”.

Más allá de la ilegalidad descomunal, la pregunta es: ¿Con qué autoridad moral, señor Presidente? Su familia no es ejemplo de nada. Sus insultos a las clases medias son simplemente FALACIA.

La dialéctica presidencial 

Pero lo más grave, y es lo que nos debe preocupar profundamente a los mexicanos, es la dialéctica presidencial y los engranajes que se están moviendo detrás de toda esta polarización.

El 2022 se ha convertido en el inicio de año más violento, no sólo para la prensa, sino para el país en general: Una ola de ejecuciones en Zacatecas, Guanajuato, Michoacán y Guerrero.

Resurgimiento de grupos sociales que lo mismo lanzan un enorme tractocamión contra la guardia nacional o bloquean vías férreas para desarticular el paso de mercancías al centro o al norte del país.

Grupos que presuntamente habían estado adormilados, como en la sombra, en espera de respuestas o de circunstancias específicas para descoyuntar el aparato institucional.

Michoacán y Guerrero han atestiguado ese regreso de normalistas rurales, del magisterio violento de la CNTE o SNTE, que amenazan al Estado mediante acciones de franca provocación.

Es algo más que una simple reacción violenta de grupos que se dicen dañados por el abandono y la demagogia de los gobiernos, de antes y de ahora, que piden respuestas inmediatas, en medio de La inmovilidad y silencio del gobierno federal.

Normalización de la violencia y el abuso 

Esta “normalización” de la violencia verbal de unos y física, de otros; el desalojo de comunidades enteras, el bloqueo de carreteras y ferrocarriles son parte de un escenario que parece no preocupar al presidente de la nación.

Pareciera que están perversamente calculados, para manejar los posibles escenarios de desestabilización y agitación social, justo en el momento en que se perfila el inicio de la contienda presidencial del 2024.

No es normal lo ocurrido hace unos días en la caseta de peaje en Chilpancingo. Son actos que sólo se ven en grupos subversivos o guerrilleros. Son actos que, de no sancionarse legalmente, puede desencadenar en un caos mayor.

Está visto que hay grupos que, al margen del crimen organizado o apoyado por éste, mantienen en jaque a las estructuras del poder “institucional”, desde hace más de 30 años.

Los manuales de guerrilla urbana y rural han salido nuevamente a la luz pública, a través del bloqueo de vías de comunicación, ferrocarriles, carreteras; con la reivindicación de aparentes causas “justas”.

Eso se vivió en Oaxaca, a través de la APPO, y había priistas que lo alimentaban. Es toda una estrategia para descoyuntar el cuerpo del ente formal que gobierna. El fin es debilitarlo y crear una nueva estructura paralela o sustituta.

Mucho se ha dicho del avance del crimen organizado y el narcotráfico en las estructuras del poder, pero poco se ha escrito sobre la penetración de grupos guerrilleros que también buscan canonjía por la vía armada.

Hemos leído, por ejemplo, que algunos politólogos o historiadores han hecho apología de los hechos que en el pasado cometieron células guerrilleras, como la Liga 23 de septiembre.

Incluso los han ensalzado como “valientes”, como si el secuestro y el asesinato fueran un galardón. Ese fue Pedro Salmerón, el remedo de embajador en Panamá que ahora será asesor del presidente de la República.

Igual tenemos a una alcaldesa, de Acapulco, de bajísimo nivel académico e intelectual, que justifica el uso criminal de un trailer, como catapulta contra la fuerza pública y que dice: “es que somos un pueblo guerrero”.

¿A quién beneficia la agitación social? 

Esos son los márgenes en los que se mueve ahora la dialéctica presidencial: entre amagos a los medios de comunicación; a catedráticos e investigadores; e incluso a los creyentes de las diferentes iglesias, a los que él llama hipócritas o traidores.

Ayotzinapa conjuga, quizá como pocos casos, la mezcolanza que se ha gestado entre el México de la insurrección social, la marginación, la pobreza, las guerrillas, el tráfico de armas, el narcotráfico y el crimen organizado.

Se ha perdido la noción y la distancia entre lo que son demandas justas y lo que es la extorsión y el chantaje a través del cobro de derecho de piso y ahora el cobro de peaje en las casetas.

El magisterio siente que no debe ser evaluado, que merece heredar sus plazas a sus hijos; pero a los catedráticos, doctores, académicos, no se les permite “aspirar”, ni educarse en universidades fuera del país.

Se les condena a reducir su salario cuando se jubilen, sin poder pensar siquiera en esa posibilidad del “heredad”. Lo que para unos está bien, en otros es agravio. Vamos dando tumbos ideológicos.

Comprar a las Fuerzas Armadas

México se ha vuelto un país que no se decide a ser socialista, comunista, liberal, capitalista. Se cuestiona al crecimiento de la empresa privada, pero se construye un tren Maya que beneficiará a los que tengan recursos para viajar.

Un tren para “machuchones”, que puedan pagar los lujos que les esperan en los destinos de playa y turísticos al final de esas rutas, pero que será administrado por las Fuerzas Armadas, para obtener de ahí sus “gananciales”.

Pensiones, jubilaciones, préstamos; La jerarquía militar, siempre privilegiada, será más privilegiada todavía; sin lógica de crecimiento para esos proyectos, porque no se plantea levantar paralelamente, escuelas y universidades que lo apoyen.

No se busca crear ingenieros, arquitectos, biólogos, médicos, expertos en fauna y flora, agricultores, ecologistas, no. Junto al Tren Maya pareciera que solo va a quedar la destrucción.

Las 100 universidades que planteó el gobierno habrían quedado por esos caminos de desarrollo, pero hoy no sabemos a ciencia cierta dónde están, para qué sirven, cuántas hay, cuántos son los educandos y los educadores. No hay nada.

Ahora las normales rurales exigen respuestas, y también los espacios que se les quitó. Ese es un mal comienzo y un pésimo final para un gobierno que pretendió ser distinto, pero lo único que cambió fue el lenguaje, cada día más violento.

Por violencia, más de 346 mil desplazados en México 

La cifra de desplazados en México es vergonzante. En 2020 eran 346 mil personas las que abandonaron sus comunidades. La “noche de fuego” que platea Netflix, es sólo juego de niños frente a la realidad que vivimos ya.

Nos hemos quedado en el romanticismo del “pueblo bueno”, y del gobierno moralista que da consejitos para “amar al prójimo” y no ambicionar más de lo que se tiene.

Tenemos a la vista semilleros de células ideologizadas e incluso guerrilleras. Las escuelas rurales se radicalizan, y las Universidades Benito Juárez se convierten en laboratorio de nuevos conceptos de educación.

Vemos un intento suprimir palabras, exterminar conceptos y crear percepciones que satanizan todo lo que parezca neoliberal. Sin embargo, no vemos un planteamiento de fondo de lo que va a ser la educación rural del futuro.

El Tren Maya revela, por sí solo, esa contradicción y choque de conceptos ideológicos: ¿crecimiento depredador, destrucción de flora y fauna, para acrecentar los “gananciales”? ¿Las ganancias de quién?

¿Qué pasará con los nuevos sistemas de enseñanza que han surgido durante la pandemia? Ni la maestra Delfina, ni los ideólogos de la 4T, que impulsan esos cambios educativos, nos podrían explicar qué tipo de desarrollo busca el país.

¿Cómo enfrentarán la marginación, el rezago educativo que se ha profundizado? En los hechos, no hay un planteamiento específico de cómo sacarán a los pueblos del abandono ancestral

Pero de aplicación de la ley y vigencia del derecho mejor ni hablamos, porque las verdades se tuercen, se dicen a medias o se inventan. Se habla de “verdades históricas” y no sabemos qué pasó con 43 estudiantes desaparecidos.

¿Quiénes eran delincuentes y quienes no? ¿Por qué la masacre? ¿A dónde iban o a donde llevaban a esos jóvenes? ¿Por qué los que antes aparecían como ejecutores hoy son los ofendidos y agraviados?

Hay una distorsión descomunal de la realidad y, por ende, de la verdad. El régimen sigue jugando con fuego, al pretender convertirse en “papá gobierno”, que reparte abrazos, mientras los otros le responden con balazos, catapultas y bloqueos

El régimen de la 4T está en medio de una serpiente de tres cabezas y no sabe bien a bien con cuál de ellas va a negociar, a cuál va a decapitar y cuál lo va a morder. Las cosas van mal.

Y van mal porque nos encaminamos a enfrentar una farsa de consulta, apuntalada con el uso de 17 mil muertos para falsificar firmas o usar sus viejas credenciales de elector.

Insistimos: hay una mano perversa que mueve la cuna, sabedor de que, en medio de la agitación, el descontento y la violencia popular, los Mesías son Dios. Pero, aun así, le decimos: cuidado… puede salir crucificado.

 

 

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En el Zócalo de Ciudad de México, las falanges ‘marxistas’

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TRAS BAMBALINAS

Por Jorge Octavio Ochoa

En una pugna simbólica y mediática, partidarios y adversarios se trenzaron este fin de semana en una inútil lucha de cifras. Unos y otros aseguran haber conjuntado en la Ciudad de México, más de medio millón de personas el 26 de febrero y el 18 de marzo.

Al margen de quién tenga la razón, lo único inobjetable e irrebatible, es que el país está profundamente dividido. Lejos de la reconciliación, esas masas ahí aglutinadas, lo único que reflejan es un futuro aciago para los mexicanos.

Parecen gloriosos ambos mítines: la sociedad politizada acude sin temor. Pero el futuro es opaco y sumamente preocupante por el tufo autoritario. “Está asegurada la continuidad”, frase central de un discurso retórico y sin sustento. Además del dedazo, vendrá la imposición del proyecto.

Sea cual sea la corcholata ganadora en el 2024, ésta obedecerá las órdenes que vengan desde Tabasco, apalancadas por el apoyo inefable del Ejército.

La inversión populista de recursos continuará, aunque no tenga reservas. Se irá a barriles sin fondo, que no devolverán ganancia alguna. La imposición de una nueva clase política más voraz está en camino. Por eso llamó a sus fanáticos a votar “por todo”, para tener mayorías absolutas, incontestables.

La pobreza crece, junto con la violencia. No hay orden legal y nuestras juventudes se asesinan entre sí, porque sí, porque la SEP está más preocupada en ideologizar.

La división es manifiesta, evidente. A unas horas de la “Gran Fiesta Patriótica”, la familia Cárdenas marcó su distancia con Andrés Manuel López Obrador.

Lo mismo hicieron, desde hace dos años, los familiares de Emiliano Zapata. El presidente los traicionó y permitió la construcción de una presa con la que no estaban de acuerdo. La ausencia de los Cárdenas y de los Zapata es el gran vacío, que pega en la columna vertebral de un cuerpo sin moral, como el de la 4T.

Ése es el panorama con el que entra al último año de gobierno López Obrador, perseguido por fantasmas del pasado que hoy reviven. Conasupo es hoy Segalmex, con un mismo sujeto: Ignacio Ovalle, al que hoy defiende el primer mandatario, así como protegió a un presunto violador como Félix Salgado Macedonio, o como resguarda a una delincuente, Delfina Gómez.

La muerte de más de 700 mil mexicanos, muchos de ellos por una pandemia que fue mal enfrentada, según los especialistas, será otro de los espectros que lo seguirán hasta Macuspana.

Tarde o temprano el país reconocerá como verdad el informe sobre los privilegios que tuvo la familia presidencial durante la mortandad. Para ellos, sí, Remdesivir.

Es la tormenta perfecta, que se puede convertir en maremoto, si se descontrola el sistema financiero internacional, quiebran bancos y esas masas confrontadas no encuentran una guía pacífica.

Las buenas intenciones y el apoyo a los pobres podrían convertirse en una pesadilla descomunal. Más aún cuando están bañadas de populismo. No hay dinero que alcance y el Banco del Bienestar está bajo sospecha como lavadero de dinero.

El sábado 18 de marzo vimos, entre otras cosas, el despliegue de algunos de los más de 23 mil Servidores de la Nación que engrosan la nómina de la Secretaría de Bienestar. Claro, la mayoría convencidos de su participación, ¡Nada más eso faltaba! Todos ellos significan un presupuesto superior a los tres mil millones de pesos al año. Por eso acudieron gustosos a arremolinarse ahí.

¿Servidores o siervos?

Los cuadros de estos servidores se componen de:

  • 18 mil 894 enlaces, desplegados en todo el país, con un sueldo de 8 mil 482 pesos mensuales.
  • 3 mil 736 trabajadores administrativos.
  • 252 directores regionales, que reciben 50 mil 158 pesos mensuales.
  • 32 delegados estatales o “superdelegados”. Ganan 87 mil 998 pesos al mes.

Hasta hace poco, el jefe de todos ellos era Gabriel García Hernández, coordinador Nacional de Programas Integrales de Desarrollo. Cercano al presidente AMLO, desde 2006.

Durante la elección de 2018, García Hernández fue responsable de desplegar una estructura partidista a favor de López Obrador; afiliar militantes a Morena y supervisar las asambleas municipales.

Es bajo esta descomunal estructura, que se expande la bonhomía del presidente de la República, convertido en moderno Robin Hood, que le quita el dinero a los ricos y clases medias para dárselo a los pobres, aunque algunos hayan muerto.

Por ello es por lo que resulta muy sospechoso el presunto robo de 136 millones de pesos a los Bancos del Bienestar hace unos días, cuando todavía no tiene ni estructura de verdadera institución financiera.

Es en medio de esas incongruencias, que ocurre esta nueva concentración. Lázaro Cárdenas Batel presentó su renunció el 17 de marzo, poco después de la confrontación de López Obrador con el ingeniero, su padre. AMLO decidió darla a conocer un día antes de la expropiación petrolera, para dañar lo menos posible “su fiesta”.

Fue una doble afrenta, pero ni todas las marchas o mítines del mundo podrán borrar el agravio al hijo del general, el Tata Cárdenas, al que también adoraba el pueblo hace 85 años.

No, no hay comparación alguna entre aquella gesta y lo que ocurre ahora. En aquel episodio histórico, la gente más humilde llevó al Zócalo sus pertenencias, sus animalitos, para ayudar con el pago de la deuda al vecino país. El pasado sábado 18 de marzo, hasta con 200 pesitos acarrearon a la gente. Otros, tenían que asistir, para no perder el trabajo.

Pero también hay los Solovinos, como les dijo una vez López Obrador, que fueron con toda la convicción y el corazón. Ojalá no los traicione también.

Lo peor fue el performance que algunos seguidores de AMLO escenificaron: la quema de un monigote que alude a la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte. Como si no viviéramos en un país donde frecuentemente se lincha a víctimas inocentes, el discurso presidencial alienta este tipo de manifestaciones.

La ministra presidenta de la SCJN, Norma Piña. Foto: red.

En un país tan dividido, impulsar el odio hará más peligroso el año próximo. Más aún ante las asechanzas de los vecinos del norte. Este domingo, mandaron una misión diplomática, compuesta de legisladores y encabezada por el embajador Ken Salazar, para aclarar algunas paradas, no sólo sobre el narco.

Se supo, que México ha concesionado a Estados Unidos la terminal marítima de Punta Venado, en Quintana Roo, hasta el 2037. ¿En qué régimen se otorgó? ¿Por qué no lo sabíamos?

Sin embargo, nos enteramos el domingo que dichas instalaciones fueron requisadas por la Marina y la policía estatal, lo que desató el enojo del gobierno y Congreso de aquel país.

De esto, López Obrador no nos dijo nada ayer en su maratónico discurso de una hora. De hecho, frenó toda alusión antiyanqui. Evitó desatar el patrioterismo, para no enemistarse más con los gringos. Pero ahora tiene que explicar ¿Cómo pedirá la unidad de los mexicanos, incluso de aquellos a los que nos ha insultado por participar en manifestaciones que él no organiza?

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Con voz propia

Las cadenas de oración como política pública en Perú

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Religión y vida pública

Uno de los efectos, inevitables pero posiblemente inesperados de las crisis, es que revelan los aspectos más sórdidos, más contradictorios, del comportamiento de las personas, los grupos e incluso de las instituciones públicas. En ese sentido, la profunda crisis política en Perú no ha sido especialmente distinta de las que ocurren en la actualidad en otros países de América Latina. La diferencia, si la hay, es que en Perú la crisis política se ha conjugado con otras crisis igualmente graves. Como en el resto de América Latina, están los efectos de la pandemia de coronavirus que hizo estragos en los sistemas de salud de la región, afectados cada uno por cualquier cantidad de insuficiencias y fallas en el diseño y en la operación de las instituciones de salud, así como por la corrupción.

Incluso se podría agregar en el caso de Perú, Argentina, México y Chile, el componente de la violencia generada a veces por grupos de narcotraficantes y a veces por otras organizaciones criminales. En Argentina, por ejemplo, ha sido especialmente grave el ataque en Rosario al Supermercado Único, propiedad de la familia de Antonella Rocuzzo, la esposa de Lionel Messi, el astro de la recientemente coronada selección nacional de futbol de ese país, fue objeto de ataques muy violentos que sacudieron a la opinión pública argentina. La situación es tan grave que el gobierno federal, al estilo de las autoridades mexicanas y colombianas, anunció que el Ejército participaría en los operativos de seguridad, lo que ha provocado amargos intercambios entre los actores políticos de aquel país. Sin embargo, en Perú se ha agregado un cuarto elemento a la crisis: las brutales inundaciones que han devastado, como siempre es el caso, las zonas más pobres de las regiones afectadas por esos fenómenos.

La ribera del río Chillón en Lima, 16 de marzo de 2023

Fue notable que, ante la realidad creada por ese cuarto elemento de crisis, el recién electo alcalde de Lima, la capital de Perú, Rafael López Aliaga, hiciera una serie de declaraciones en las que, además de culpar a todos los gobiernos previos por la magnitud de la crisis de inundaciones en la capital peruana, también aseguró que, además de no dormir, había cumplido con sus responsabilidades como alcalde de la capital más antigua de América del Sur, al promover y participar de una serie de “cadenas de oración” cuyo objetivo—según López Aliaga—era el de que las lluvias se movieran fuera de la zona metropolitana de Lima.

Una de las cosas más notables de esa declaración de López Aliaga es la manera en que su equipo de comunicación en la capital peruana usó una combinación de medios tradicionales y de mensajes en redes sociales para hacer de las “cadenas de oración” un elemento clave de su respuesta a las violentas, en más de un sentido, devastadoras inundaciones. Acá se puede ver la manera en que algunos de los medios peruanos, Radio Exitosa en este caso, informó que López Aliaga aprovechó una reunión con miembros del congreso y luego con funcionarios del gobierno nacional peruano, incluida la presidenta Dina Boluarte, para anunciar su “cadena de oración”. Horas después, cuando el huracán Yaku finalmente cayó sobre Lima y su zona metropolitana, con los efectos que ya todos conocemos, la reacción de López Aliaga fue la de atribuirse el curso que siguió ese fenómeno natural como un resultado de la “cadena de oración” que había promovido.

Es claro que cuando tenemos problemas no está de más invocar la ayuda de Dios o lo que sea en lo que cada persona cree. Es claro, además, que a diferencia de México donde hay una cierta tradición secularista que busca aislar a la política de la religión, en Perú no existen esas limitaciones. El Estado se declara abiertamente confesional, católico de manera más precisa y hay distintos puntos de contacto entre la religión y política en todos los niveles del gobierno de aquel país.

Sin embargo, el problema con lo dicho por López Aliaga es que, en un sentido, a pesar de que las autoridades nacionales peruanas advirtieron de la llegada de Yaku, él y su equipo parecían desestimar los efectos de ese huracán. Dada la manera en que reaccionaron, uno podría asumir que estaban listos, pues no se prepararon refugios, ni equipos que eventualmente pudieran rescatar a personas o grupos que se vieran aislados por las lluvias torrenciales.

Tampoco se tuvo el cuidado de limitar el tráfico de vehículos en las calles donde se sabía, por la historia de inundaciones previas, había mayores probabilidades de que hubiera problemas. Lejos de ello, se le apostó desde el inicio a la “cadena de oración” como respuesta de política pública. Incluso una semana después de que López Aliaga hiciera alarde del poder de su oraciones, llamó “intolerantes” a quienes le criticaron por la manera en que actuó como principal responsable de la seguridad de las personas que viven en Lima.

Que López Aliaga llame a otras personas “intolerantes” eleva la situación a otro nivel. Si algo le ha ganado fama pública al ahora alcalde de Lima no ha sido su disposición a ser tolerante. Más bien todo lo contrario. El alcalde se distingue, entre otras cosas, por su participación en la prelatura del Opus Dei, una estructura creada por Josemaría Escrivá de Balaguer durante los prolegómenos de la Guerra Civil española (1936-9), que se caracteriza por presumir de ser “estricta” en su comprensión y práctica del catolicismo.

Rafael López Aliaga durante su campaña presidencial de 2021. Tomada de Wikipedia.

No es posible reconstruir acá las notas características del catolicismo según el Opus Dei, pero es notablemente intolerante incluso con otros católicos que no comparten con la prelatura su manera de entender la realidad, el mundo e incluso la doctrina del catolicismo. Rechaza cualquier crítica a la Iglesia y ello les ha llevado, en más de una ocasión, a defender a notables depredadores sexuales. En Chile, por ejemplo, fueron miembros de la prelatura en aquel país quienes financiaron la defensa civil y canónica de Fernando Karadima, el superdepredador sexual. No sólo eso. Cuando Karadima todavía celebraba misas con público, se veía a estos miembros o simpatizantes de la prelatura, en las bancas de la parroquia del Sagrado Corazón en Providencia, una de las zonas más hermosas y ricas de Santiago de Chile.

López Aliaga lleva varios años tratando de ganar notoriedad y cargos de elección popular en Perú. Luego de ser regidor en el ayuntamiento de Lima a principios de siglo, se convirtió en uno de los líderes nacionales de Renovación Popular, organización con vínculos formales e informales de diversa naturaleza con el así llamado Sodalicio de Vida Cristiana, una “orden” religiosa del catolicismo nacida en Perú que, como la Legión de Cristo en México o el Instituto del Verbo Encarnado en Argentina, presume también de ser “estricta” en su comprensión de la doctrina católica y, como esas dos organizaciones, ha visto a varios de sus miembros enfrentar acusaciones por abuso sexual.

Los vínculos del alcalde de Lima con el Sodalicio de Vida Cristiana son tan profundos, que su compañera de fórmula en la elección presidencial de 2021 fue Neldy Mendoza, quien presume ser especialista en distintas disciplinas, aunque nunca ha acreditado esas capacidades. A pesar de las críticas que enfrenta por esas actitudes, es invitada frecuente a las actividades públicas de los grupos que forman parte del Sodalicio, por lo que observadores de la vida pública peruana la cuentan entre sus miembros o, por lo menos, sus simpatizantes. Y es que, como suele suceder con el Opus Dei y otras organizaciones “estrictas” del catolicismo, la pertenencia a esos grupos suele ser tratada como una suerte de secreto de Estado por las organizaciones y sus miembros.

López Aliaga, además, presume ser un político “provida”. No es claro cuántas personas habrían muerto en Lima por las inundaciones. Se sabe que hay un saldo de cinco personas que perdieron la vida por los efectos de Yaku, pero es difícil saber si todos vivían o murieron en Lima. En todo caso, lo que demostró López Aliaga es la fragilidad del discurso “provida” que caracteriza al Opus Dei y a grupos similares en el espectro de las derechas de América Latina. Se dicen contrarios al aborto, pero no parecen preocuparse por los efectos de desastres que podrían prevenirse o evitarse del todo para evitar la muerte de personas inocentes.

En la elección presidencial de 2021, en la que ganó Pedro Castillo en la segunda vuelta, el ahora alcalde de Lima fue abanderado del Partido Renovación Popular. Como tal, se hizo de poco menos del doce por ciento del voto en la primera vuelta. En la segunda vuelta, aunque no hubo un acuerdo formal para transferir votos, en los hechos sus electores apoyaron a Keiko Fujimori luego de que, en mayo de 2021 López Aliaga anunciara que él votaría por la hija del expresidente.

Un aspecto que no debe soslayarse de los llamados de López Aliaga a enfrentar los efectos de Yaku con una cadena de oración es que, a lo largo de los últimos 20 años, el ahora alcalde ha tratado de presentarse como un promotor de gobiernos racionales, eficaces, que operen a partir de criterios empresariales y no de criterios o preferencias políticas. En un sentido, esa posición choca con la de quien se abandona a lo que para algunos podría ser la “voluntad de Dios” pero, para otros, podría ser la expresión del descuido, del desaseo y la irresponsabilidad. En otro sentido, él está lejos de actuar con criterios racionales o eficaces, como lo demuestra este episodio.

López Aliaga se hizo del cargo que ahora ostenta, por cierto, con menos del 30 por ciento del voto de los limeños. Sólo 26 de cada 100 votaron por él. Fue así gracias al pésimo diseño de las leyes electorales peruanas que, aunque exigen una segunda vuelta en las presidenciales, permiten que una persona como López Aliaga, conocido por sus excesos verbales contra quienes no piensan o actúan como él incluso dentro de la Iglesia Católica, ocupen el cargo a pesar de no haber ganado la elección con algún margen que garantice que representa a los electores.

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La desinformación, la gran estafa de la opinión publicada

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«Argumentando el bien común, nos someten a la desinformación más conveniente al poder»: analista

Por Alberto Vila

Cada vez se presta más atención al fenómeno de la desinformación qué opera como una gran manipulación de conductas políticas, sociales y económicas, de grandes colectivos sociales. El uso del falseamiento de informes, la proliferación de las mentiras intencionadas para favorecer a los intereses de los propietarios de los medios, son la expresión frecuente desinformativa. La desinformación sobre la guerra de Ucrania es un caso de censura informativa en el espacio OTAN.

Estas conclusiones sobre la desinformación partieron de los datos de un informe que la Universidad de Princeton publicó recientemente y que detectó que los adultos mayores tienen más probabilidades de compartir noticias falsas. En ese estudio los investigadores estadounidenses identificaron el aumento de usuarios hombres y mujeres de más de 65 años en Facebook y concluyeron que en esa red social los usuarios de mayor edad compartieron más del doble de artículos de noticias falsas que el grupo de edad más próximo, los de 45 a 65 años, y casi siete veces más que el grupo de edad más joven, de 18 a 29 años.

El efecto que tiene la información falsa sobre las empresas y la economía en general es enorme. Las audiencias tienden a ser receptivas a las noticias falsas. El control hegemónico de los grupos mediáticos facilita tal situación. Inclusive esos medios dicen actuar de fact-checking, de la información publicada. En cualquier caso, se verifica poco quién las fabrica y con qué motivos. Cómo combatir actualmente la desinformación, es la batalla que se libra en el mercado de los mensajes difundidos.

Sin razón aparente, el 29 de marzo de 2018, las acciones de Amazon bajaron un 5%, lo que equivale a la pérdida de 60.000 millones de dólares en valoración. Pero siempre existe un motivo para que una cotización baje tan repentinamente. Puede ser, simplemente, una percepción o una realidad, pero cuando hay un descenso de esta magnitud, significa que el mercado espera “algo”, y, en este caso, era una acción del Gobierno Federal Americano en contra de la compañía. El presidente Trump había usado su medio de comunicación preferido, Twitter, para quejarse de que Amazon no pagaba impuestos estatales ni locales, usaba el servicio de correos como su “chico de los recados”, causándole grandes pérdidas, y, además, era responsable de la quiebra de miles de comercios. Sin haberlo dicho explícitamente, el mercado de valores esperaba que la administración Trump actuara en contra de la empresa.

En Argentina, un grupo de investigadores, de Proyecto Desconfío y del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad (MESO), que trabaja para combatir el impacto de la desinformación en medios y redes sociales detectó que los adultos mayores de 60 años son los más afectados por las campañas de noticias falsas que circulan a través de WhatsApp. El consumo de mensajes engañosos y el desconocimiento de recursos para poder detectarlos motivó un estudio de campo con el fin de alertar sobre las consecuencias de la desinformación en esta población adulta y a aportar herramientas para poder combatirla.

En sus orígenes, la verificación de hechos era un proceso interno de los medios de comunicación que consistía en la revisión de los datos y los hechos de una noticia antes de su publicación. Los actores encargados de verificar eran los periodistas, que tenían que salir al exterior a buscar la noticia y tenían las herramientas y los conocimientos para identificar información falsa o engañosa. El paradigma cambia radicalmente con la llegada de internet. Este nuevo canal amplía el acceso a la información y permite al usuario generar y difundir sus propios contenidos, lo que abre las puertas a la infoxicación. El exceso de información y la llegada de múltiples canales por dónde difundirla, como son las redes sociales y la mensajería instantánea, entre otros, provoca una crisis de confianza hacia los periodistas, que redefine el ejercicio del fact-checking.

La infoxicación y los múltiples canales de difusión hacen que los periodistas no lleguen a todo. Los fact checkers actúan de manera reactiva desmintiendo hechos e información que ya circula en internet, pero nunca opiniones personales. Así pues, el fact-checking, tal como lo entendemos hoy, es un producto de la era digital. En 1994 nace en Estados Unidos Snopes, la primera plataforma de verificaciones en línea que aparece con el objetivo de validar y desmentir mitos, rumores y leyendas urbanas que circulaban por internet. La evolución de las falsedades en medios no ha hecho más que agravarse.

España es el escenario de imperios mediáticos que, a cualquier precio, sostienen el relato oficial de una monarquía directa heredera del franquismo. Para eso, argumentando el bien común, nos someten a la desinformación más conveniente al poder. Aquí, la tarea de los fact-checkers o verificadores es esencial en la era del exceso informativo y las redes sociales, pero para que la misión de acabar con la información falsa se cumpla, es necesario que cualquier ciudadano, alfabetizado digitalmente, sepa identificar este tipo de contenidos sin caer en falsedades o engaños.

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El autor es economista  y analista político, experto en comunicación institucional.

Este artículo se publicó originalmente en elobrero.es

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