Justicia pendiente
Allende, Coahuila, la masacre ignorada por Calderón
En Allende, Coahuila, en marzo de 2011, se perpetró una masacre de hasta 300 personas sin que el gobierno del entonces presidente Calderón interviniera.

No se sabe el número real de víctimas de esa venganza, que oscila entre 42 y 300 desaparecidos según las fuentes, pero un informe divulgado el domingo ofrece por primera vez una versión avalada por una entidad federal sobre lo ocurrido en el municipio de Allende, Coahuila, una masacre ignorada durante años.
La investigación, dirigida por el académico Sergio Aguayo, del Colegio de México, con el apoyo de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y realizada por ocho personas, se basa en documentos de la CEAV, la fiscalía de Coahuila, las comisiones nacional y estatal de Derechos Humanos, organizaciones defensoras de víctimas, declaraciones públicas de detenidos ante autoridades estadounidenses y solicitudes de acceso a la información. Toma el caso de Allende y el asesinato de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, un año antes, como ejemplos de violencia extrema y desatención de las víctimas.
Los Zetas cometieron ambos crímenes en zonas estratégicas para el control de las rutas hacia Estados Unidos, en áreas ricas en gas y petróleo y en estados gobernados ininterrumpidamente durante casi un siglo por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), donde imperan el miedo y el silencio impuestos por la violencia.
Lejos de ser hechos aislados, las masacres revelan un mayor nivel de «barbarie» por parte de Los Zetas y detallan sus vínculos con policías locales, la complicidad de los alcaldes —»que eran en el mejor de los casos figuras decorativas»_, la indiferencia y/o ineficiencia de los gobiernos estatal y federal ante los crímenes y la «pasividad» de las fuerzas armadas ante la hegemonía del cártel en determinados lugares, sostiene el documento.
Denuncia, además, la falta de compromiso de las instituciones con la verdad, la única vía para llegar a la justicia y para dar la debida atención a las víctimas. De ahí que su título sea «En el desamparo», que es como se quedaron los afectados.
El caso de los 72 migrantes, ocurrido en agosto de 2010, salió a la luz pública porque hubo dos sobrevivientes —»cosa rara» apunta el informe— y se encontraron los cadáveres. Que muchos fueran extranjeros lo hizo cobrar relevancia y las autoridades se vieron obligadas a ofrecer algunas explicaciones, aunque la Comisión Interamericana denunció en agosto de 2014 que la respuesta del estado mexicano «osciló entre la indiferencia y la opacidad».
En Allende no hubo hallazgo de cuerpos. La información comenzó a salir por cuentagotas solo años después.
El fin de semana del 18 al 20 de marzo de 2011, esta ciudad de 23.000 habitantes a 50 kilómetros de la frontera con Texas fue escenario de una venganza ordenada por los hermanos Miguel Angel y Omar Treviño —el Z40 y Z42, líderes de Los Zetas ahora detenidos— contra tres supuestos traidores a los que acusaban de robarles entre 5 y 10 millones de dólares de tráfico de droga y de colaborar con Estados Unidos. Los tres están presos en Estados Unidos; dos de ellos son testigos protegidos de la Agencia Antidrogas DEA.
La primera vez que apareció una mención a que hubo 300 víctimas de esa venganza fue en 2013, en la declaración de un integrante de Los Zetas en un juzgado estadounidense. La cifra se repite después sin dejar claro si fue en un solo hecho o en varios. El expediente del caso de la fiscalía de Coahuila tiene registradas 42 desapariciones: 26 ese fatídico fin de semana, pero también incluye 16 ocurridas en otros momentos entre enero de 2011 y agosto de 2012.
Faltan datos para poder determinar el número real de víctimas, señala el informe.
Los Zetas llegaron a la zona en 2004. La violencia se recrudeció en 2006 con la batalla frontal contra el crimen organizado lanzada por el entonces presidente Felipe Calderón y las guerras fratricidas entre los propios cárteles.
Para 2010, Los Zetas tenían control total del municipio de Allende y a su policía en nómina.
Ese fin de semana de 2011, los sicarios recibieron la orden de «checar todos los domicilios de la familia Garza (el apellido de uno de los supuestos traidores) porque los iban a levantar (capturar) para matarlos». La policía, mientras tanto, tenía orden de no patrullar ni atender llamadas de auxilio y «levantar a cualquiera con apellido Garza para entregarlo a Los Zetas».
Según el informe, en 2011 el cártel gastaba 61.500 pesos mensuales (menos de 4.800 dólares) en pagos a policías que iban desde 20.000 pesos (1.500 dólares) del jefe, a los 500 (40 dólares) para los menos comprometidos. El sueldo medio de un agente es de unos 6.300 pesos, menos de 500 dólares.
A cambio, sus «funciones» habituales eran «ignorar las denuncias»; avisar si llegaban fuerzas de seguridad o sospechosos de otro cártel, dejar que los Zetas entraran a la cárcel a sacar a personas o golpearlas; cobrar las extorsiones y «levantar» a quien indicaran los criminales.
La búsqueda de todo aquel apellidado Garza, mujeres y niños incluidos, la llevó a cabo ese fin de semana un comando armado de al menos 60 personas. Policías y sicarios hacían las detenciones y llevaban a la gente «a dos ranchos donde se concentraba a los condenados».
Los Zetas incitaron a los vecinos a robar las casas antes de incendiarlas y demolerlas con maquinaria pesada. Fueron destruidas 32 casas y dos ranchos. En los ranchos, según declaraciones de detenidos, era donde quemaban los cadáveres. A veces los incineraban en toneles.
«Después de cinco o seis horas se cocinaron los cuerpos (.) quedaba pura mantequilla». Echaron los restos en una acequia y en un pozo para que «no se viera nada», dice la confesión de un sicario.
El documento del Colegio de México subraya que esas 49 horas fueron solo un episodio de una «oleada de violencia» no investigada a fondo que llegó a otros municipios y se prolongó en el tiempo. Pone como ejemplo la desaparición de cuatro Garzas —una pareja y sus dos hijos— un año después.
Pese a la gravedad de lo ocurrido, el caso «fue ignorado» por las autoridades entre 2011 y 2013. Ningún perito de la fiscalía del estado acudió a Allende hasta 2014, constata el documento.
La investigación critica, además, la «opacidad» de Estados Unidos que, «rehúsa compartir información» con Coahuila de sus testigos protegidos. La fiscalía federal mexicana tampoco quiso aportar datos al informe.
El documento también denuncia las nulas consecuencias de las recomendaciones del ombudsman mexicano sobre el caso y la falta de acción de la Comisión de Víctimas.
Sergio Aguayo adelantó que iniciarán una nueva fase investigadora para entender mejor a Los Zetas, el papel de otras autoridades y entender qué hizo la sociedad para resistir cuando «el estado abandonó a las víctimas».
El actual gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, en el poder desde diciembre de 2011, ha avanzado algo al reconocer la gravedad de los hechos y comenzar a investigar, pero «no le da prioridad al derecho a la verdad» y a explicar el porqué de la masacre, indica el documento.
Según los últimos datos del gobierno federal, Coahuila tiene 1.618 desaparecidos.
Las autoridades han encontrado en los últimos años fragmentos óseos en diversos ranchos que podrían ser resultado de prácticas como la descrita en Allende. Incluso han reconocido a la prensa local que los Zetas calcinaban a personas en la cárcel de Piedras Negras, la frontera más cercana a Allende, aunque hay mucha imprecisión sobre estos sucesos.
El poeta y activista Javier Sicilia, asesor de la investigación, destacó la importancia del informe por su independencia y porque «es la expresión de lo que sucede en todo el país», masacres que no son hechos aislados.
«Se están poniendo de manifiesto (en este documento) los mecanismos de la impunidad» en México, indicó Mariclaire Acosta, otra defensora de DDHH asesora del informe.
Justicia pendiente
Juez concede amparo a ex director administrativo de Segalmex por desfalco millonario

El juzgado sexto de Distrito en materia de Amparos y Juicios Federales del Estado de México le concedió la suspensión definitiva en el juicio de amparo que le solicitó René Gavira Segreste, ex director administrativo de Seguridad Alimentaria (Segalmex), contra cualquier orden de aprehensión por los delitos de delincuencia organizada, lavado de dinero y peculado.
El juzgador aceptó la solicitud que presentó el ex funcionario federal que es acusado de ser uno de los principales responsables de los desvíos de más de 142 millones 440 mil pesos en la compra simulada de 7.8 toneladas de azúcar.
El juez de Control del Centro de Justicia Penal Federal de Almoloya giró la orden de aprehensión en contra del ex servidor público por lavado de dinero, peculado y delincuencia organizada, no obstante, al contar con el amparo no podrá ser detenido.
El juzgador giró las órdenes de aprehensión contra 22 ex funcionarios federales de Segalmex por los desvíos millonarios cometidos durante 2019 y 2021, periodo en el que se habrían desviado millones de pesos del presupuesto de la institución federal creada en el actual sexenio.
Hasta el momento la Fiscalía General de la República (FGR) ha detenido a nueve ex servidores públicos relacionados con los desvíos millonarios en Segalmex durante los primeros tres años de la actual administración, tras las denuncias identificadas por parte de la Auditoría Superior de la Federación (ASF).
La ASF identificó desvíos de hasta 20 mil millones de pesos en el manejo de la cuenta pública de 2019, 2020 y 2021, cifra que sería superior al esquema de corrupción conocido como “la estafa maestra”.
Justicia pendiente
Jesuitas advierten que hallazgo del supuesto cadáver de El Chueco no resuelve crimen de los sacerdotes de Urique

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Responden a la versión oficial sobre el hallazgo del cadáver de José Noriel Portillo Gil, alias El Chueco
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Toman distancia de las declaraciones de las fiscalías de Sinaloa y Chihuahua
Por Rodolfo Soriano Núñez
La Compañía de Jesús en México, los así llamados jesuitas, publicaron al mediodía de este miércoles un comunicado en que se acusa de recibida la información dada a conocer por las fiscalías de los estados de Sinaloa y Chihuahua, sobre el hallazgo del presunto cadáver de José Noriel Portillo Gil, conocido como El Chueco.
Portillo Gil ha sido señalado en diversas versiones como el autor material del asesinato de los sacerdotes Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, de 79 y 80 años de edad, respectivamente; además del guía de turistas Pedro Palma Gutiérrez, así como del joven beisbolista Paul Osvaldo Berrelleza Rábago.
En el comunicado, los jesuitas insisten en que el hallazgo del cadáver de ninguna manera resuelve ni el asesinato de sus compañeros de orden religiosa, ni tampoco ayuda a resolver el «problema estructural de violencia en la sierra Tarahumara».
Portillo Gil habría sido localizado en un camino rural en la sindicatura de Picachos, en Choix, Sinaloa, poco más de 150 kilómetros al sureste de Ciudad Obregón, Sonora. Diana Carolina Portillo Gil, hermana de quien se presume responsable del asesinato a los jesuitas, acudió a las instalaciones del Servicio Médico Forense en Los Mochis, Sinaloa, e identificó el cadáver, pero espera a que se realicen las pruebas genéticas que permitan confirmar su identidad.
Según informa la Fiscalía General de Justicia de Chihuahua, el cadáver habría sido encontrado la noche del martes 21 de marzo, alrededor de las ocho, en el pasaje descrito. Las primeras valoraciones estiman que el cuerpo tenía al menos un día en ese lugar.

César Jáuregui, fiscal del estado de Chihuahua, da cuenta del hallazgo del cadáver del presunto asesino de los sacerdotes jesuitas, entre otras víctimas, el 22 de marzo de 2023.
En uno de los párrafos de su comunicado, la Compañía de Jesús subraya que «la ausencia de un proceso legal conforme a derecho con relación a los homicidios implicaría un fracaso del Estado mexicano frente a sus deberes básicos y confirmaría que en la región las autoridades no detentan el control territorial» y lejos de sumarse al tono con el que las fiscalías difundieron la información en Culiacán y Chihuahua capital, hacen ver que «este desenlace, de confirmarse, no es el que esperábamos ni es por el que trabajamos.»
Recuerdan también su «llamado a que se cumplan a cabalidad las medidas cautelares ordenadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), instaladas apenas la semana pasada, para construir condiciones de seguridad de la región». El texto íntegro del comunicado se puede consultar en la página de la parroquia que los jesuitas administran en la comunidad de Cerocahui.
Justicia pendiente
Ejército disparó 117 veces contra jóvenes en Nuevo Laredo: CNDH

La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) informó que elementos del Ejército mexicano dispararon 117 ocasiones contra siete jóvenes en Nuevo Laredo, Tamaulipas, donde cinco murieron, uno resultó herido y otro ileso.
En la recomendación dirigida a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), el organismo defensor de los derechos humanos refirió que los hechos ocurrieron durante la madrugada del 26 de febrero, cuando circulaban por las calles de la colonia Cavazos Lerma en Nuevo Laredo tras salir de un centro nocturno y dirigirse a sus respectivas viviendas.
El organismo autónomo expuso que sin amenaza previa y sin comunicaciones uno de los soldados accionó un arma de fuego en la parte trasera del vehículo particular y otros tres elementos militares replicaron.
Aunque los efectivos castrenses sostuvieron que los jóvenes les dispararon, no se presentaron evidencias sobre ataques con armas de fuego a los vehículos militares, aunado a que tampoco se identificaron armas en el interior de la unidad particular ni llevaba las luces apagadas.
Por ello, la CNDH solicitó a la Sedena colaborar con la Comisión Ejecutiva de la Atención de Víctimas (CEAV), para inscribir a las siete víctimas del ataque armado por parte de los efectivos militares y proceder a la inmediata reparación del daño.
De la misma manera, la CNDH enfatizó que se debe otorgar la atención médica, psicológica y tanatológica que las víctimas requieran, debido a que hubo una violación grave de los derechos humanos por los soldados en Tamaulipas.
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